A Sus Pies

 

“En aquel tiempo, Jesús salió al monte a orar, y pasó toda la noche orando a Dios”. – Lucas 6:12

 

Amo a Jesús, y su humanidad mientras estuvo en la tierra, eso hace que lo ame aún más. Era plenamente Dios y plenamente humano. Y estos hechos dan tanta alegría a mi corazón y facilitan mi caminar cristiano. Jesús podría haber elegido cualquier otra forma de vida. Pero su vida me enseña cómo puedo vivir en comunión con Dios y cómo puedo ser como Jesús: un verdadero seguidor de Dios. No hay nada que me dé mayor alegría. 

 

Jesús fue expuesto al pecado y no sucumbió, así que yo también puedo ser expuesto al pecado y no sucumbir. Tuvo gente que lo malinterpretó, incluyendo a su familia, y Él no los rechazó. Al contrario, los amó e hizo lo que pudo por ellos. Cuando imito a Jesús en mi vida, también puedo vivir con personas difíciles, amándolas y guiándolas hacia la salvación. Jesús tuvo como discípulo a un ladrón y traidor. Sabía que Judas le traicionaría. Pero aún así vivió y caminó con Él. No usó su divinidad para matar a Judas, sino que amó a todos los que se acercaron a Él. A los que lo merecían y a los que no. De hecho, los pecadores eran amigos de Jesús. 

 

Jesús nos mostró que es posible ser humano, enfrentarse a lo peor, y aun así seguir viviendo nuestras vidas de tal manera que traigan gloria a Dios. 

 

En nuestra lectura de hoy, Jesús se toma un tiempo para orar. Subió a la montaña y pasó toda la noche hablando con su Padre. Me pregunto qué le decía a su Padre. ¿Cómo era su conversación? Jesús es Dios, y aun así oró. Después de orar, Jesús escogió a sus discípulos y les dio uno de los sermones más tangibles sobre cómo vivir para Dios. 

 

Jesús sobrevivió aquí en la tierra estando en estrecha comunión con el Padre. A través de Su ejemplo aprendemos que si queremos sobrevivir en este mundo, también necesitamos orar y estar en estrecha comunión con el Padre. Jesús no estaba exento de orar, como tampoco lo estamos nosotros. Jesús habló con el Padre antes de elegir a sus discípulos, mostrándonos que necesitamos hablar con Dios antes de tomar decisiones. No se limitó a seguir adelante y hacer lo que quería. Reconoció la soberanía del Padre sobre Él. 

 

Ojalá pudiera ser así todos los días de mi vida, sin aventurarme por mi cuenta, sino pidiéndole dirección al Padre. Jesús lo hizo y yo también debería hacerlo. La humildad de Jesús en su trato con el Padre debe ser imitada por todos los que decimos ser seguidores de Dios. 

 

Mientras lees los versículos de hoy, ruega a Dios que haga nacer en tu corazón el deseo de ser como Jesús. Él era lo suficientemente humilde como para saber que necesitaba al Padre y dedicaba mucho tiempo a la oración, reconociendo su necesidad del Padre. 

 

Que siempre nos encontremos a los pies de Dios, no importa cuánto tiempo hayamos sido creyentes. Que nunca “crezcamos” tanto como para aventurarnos en los asuntos de la vida sin consultarle a Él. 

 

 

Con cariño, 

Ebos.

 

 

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Ebos

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