Un Ejemplo A Seguir

 

“No es mi culpa.” Esta frase ha llenado mi mente en varias ocasiones cuando me he sentido acusada o criticada injustamente. La injusticia de la situación me abruma con dolor, y quiero gritar.

 

A veces hacemos las cosas bien, pero la vida va terriblemente mal. Nuestras motivaciones son cuestionadas. Nuestras mismas acciones son tergiversadas. Nuestro amor por Jesús se convierte en motivo de burla. Las personas que pensamos que estarían a nuestro favor murmuran a nuestras espaldas, o ellas furiosamente gritan su descontento y tratan de robar nuestra paz.

 

Quizás las mismas personas que tú pensaste que te defenderán se convirtieron en tus adversarios.

 

Te sientes vulnerable y abandonada. El peso de la condenación está agobiando tu alma.

 

Amiga, no estás sola. Tu Salvador sabe exactamente lo que estás experimentando. Él cargó los pecados de toda la humanidad colgado en la cruz.  Nadie ha enfrentado más persecución que Jesús.  Él vivió una vida perfecta, y personas arrogantes que necesitaban arrepentirse no lo hicieron, en lugar de eso le respondieron enojadamente con condenación.

 

Escucha Jesús nos enseña a manejar una acusación injusta:

Jesús fue llevado delante del gobernador, y este lo interrogó: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?». «Tú lo dices», le contestó Jesús.  Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió.  Entonces Pilato le dijo*: «¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?».  Jesús no le respondió ni a una sola pregunta[g], por lo que el gobernador estaba muy asombrado.” (Mateo 27:11-14)

 

En lugar de arremeter, Jesús mostró autocontrol. El no permitió que el adversario lo indujera a pecar. Él no se enganchó en un debate.  El dejó que Su vida hablará abiertamente de Su compromiso con Dios y mantuvo Su boca cerrada.

 

Jesús no contestó a Sus acusadores porque Él estaba completamente comprometido a obedecer   aun llamado más grande.  Él fue conducido por Su amor por el Padre. Él entendió que el sufrimiento que estaba por enfrentar sería lo definitivo que conduciría a nuestra salvación.  Su humilde sumisión hacia la cruz fue nuestra sanación.

 

Las personas pueden difamar nuestro carácter y rechazarnos, pero Dios nunca nos abandonará. Él gobierna el mundo con justicia y gracia, y finalmente restaurara lo que el enemigo ha destruido y traerá completa redención.

 

Podemos seguir el ejemplo de Jesús hoy, mientras interactuamos con personas difíciles que necesitan de Su gracia.  Al lugar de gritar, “no es justo” Oremos en silencio por su salvación y descansemos en el conocimiento de que tenemos a un Redentor quien reina sobre todo lo que concierne a nosotras.

 

Amiga, tú y yo podemos confiar quietamente en que Dios está peleando por nosotras cuando experimentamos un sufrimiento injusto. Nuestro Padre Celestial que nos sostiene en Sus manos de amor nunca dejará que suframos en vano. Él siempre se llevará la gloria cuando escojamos obedecerle humildemente. Él es el Pastor y guardián de nuestras almas, y Su bondad y fidelidad nos perseguirán todos los días de nuestras vidas.

Lyli Dunbar

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