¿Alguna vez has salido de casa por un día y, unas horas más tarde, has tenido de repente un momento de pánico sobre si habías olvidado desenchufar el rizador o asegurarte de que la cocina o el horno estuvieran apagados? Recuerdo que una vez, de niña, mi familia salió de viaje para visitar a los abuelos que vivían a cuatro horas de distancia. Alrededor de la tercera hora de nuestro viaje de cuatro horas, mis padres de repente no recordaban si habían dejado el horno encendido antes de salir. No queriendo arriesgarse al desastre potencial de un horno caliente desatendido durante días, tomaron la decisión de dejar a mis hermanos y a mí en casa de nuestros abuelos, luego volvieron al coche para conducir cuatro horas para volver a casa, solo para descubrir (afortunadamente) que no había quedado encendido, después de todo.
Por lo visto, este tipo de situaciones ocurren con cierta frecuencia, porque he visto unos cuantos trucos prácticos para confirmar, sin lugar a dudas, que te has acordado de hacer todo lo correcto antes de salir de casa. He aquí uno de esos consejos útiles: antes de salir de casa, haz una foto del rizador desenchufado o de los mandos del horno claramente apagados (lo que tengas tendencia a olvidar) y más tarde, cuando llegues a un momento de tu viaje en el que te preguntes si olvidaste volver a comprobar un dispositivo o un ajuste, puedes volver atrás y ver la foto que hiciste como prueba de que te ocupaste de ello.
Es tan interesante cómo una señal física de memoria como esta es tan simple, pero puede ayudarnos a recordar lo que ya se ha hecho para que podamos tener paz mental y confianza para seguir adelante.
Aunque este puede ser un ejemplo tonto, me hace pensar en lo poderoso que es que Jesús nos dirigió e instruyó en una acción física de recuerdo -la comunión- y al hacerlo, traemos a la memoria la poderosa obra que Jesús realizó al ir a la cruz.
La noche antes de ser crucificado, Jesús se reunió con Sus discípulos para comer. Mientras partía el pan y tomaba la copa para compartirla con ellos, mostró una imagen increíblemente poderosa del nuevo pacto que estaba haciendo. En esos momentos, compartiendo con Sus discípulos, Jesús nos dejó con un recordatorio para que siempre pudiéramos comprobar y recordar al ver esos elementos. Jesús modeló una acción física para reflejar el sacrificio que estaba haciendo por nosotras. Cuando tomamos el pan y lo partimos, recordamos que porque Su cuerpo fue partido por nosotras, hemos sido restauradas. Cuando tomamos la copa y bebemos, recordamos que por que Su sangre fue derramada, tenemos el perdón de nuestros pecados.
Jesús dijo a Sus discípulos: “Haced esto en memoria de mí”. Nos estaba recordando que podemos participar de esta hermosa ordenanza tantas veces como sea necesario. Y cada vez que lo hacemos, se convierte en un momento de recuerdo. Recuerdo significa simplemente “el acto de recordar”. ¿Cuándo fue la última vez que nos tomamos un tiempo para participar en la comunión como un acto de recuerdo? No es solo una acción religiosa ocasional que a veces experimentamos durante un servicio religioso. Es una imagen hermosa y poderosa de todo lo que Jesús hizo por nosotras. Este acto de comunión, de partir el pan y tomar la copa, tiene que ser un recordatorio del que podemos participar libre y poderosamente como creyentes. Y se nos anima a hacerlo hasta el día en que Él regrese (1 Corintios 11:26) para recordar la obra acabada de Su sacrificio, la forma en que Su cuerpo fue partido por nosotras y Su preciosa sangre fue derramada por nosotras.
Él quería que lo tuviéramos fresco en la memoria, que no lo olvidáramos nunca. La comunión es un hermoso recordatorio de lo que Jesús ya ha logrado. Si alguna vez nos sentimos inseguras de nuestra relación con Dios, si alguna vez nos preguntamos si somos vistas, valoradas o amadas, si alguna vez empezamos a olvidar lo poderosa que es la sangre de Jesús y de cómo fue Su preciosa sangre la que nos limpió de todo pecado, sólo tenemos que venir a comer el pan y beber la copa y se nos recordará de la obra que Él ha realizado. Se nos puede recordar nuevamente que debemos permanecer confiadas en la verdad y la victoria de lo que Jesús logró en la cruz. No quiero nunca minimizar u olvidar el poder de lo que representa, lo que Jesús hizo por mí.
El recibir esta comunión con Él, hasta el día en que Él regrese, es un recordatorio que fortalecerá continuamente nuestra fe mientras, reflexionamos, creemos y proclamamos la verdad y la promesa de todo lo que Jesús sacrificó por nosotras.
Andrea