“Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado” Romanos 5:3-5
La desesperanza es un sentimiento que experimentan miles de personas, debido a la falta de alternativas en la búsqueda de soluciones a situaciones difíciles en la vida, o por no tener expectativas de un futuro. Se tiende a creer que todo está perdido.
Por el contrario, existen otros individuos, que tienen la capacidad de sobreponerse a momentos críticos, adaptarse a los cambios inusuales y afrontar las adversidades, porque abrazan la esperanza de vida eterna; pues confían en esta como la virtud indispensable en medio de circunstancias adversas.
El apóstol Pablo tenía el mismo sentir, “vivir esperanzado”, y en algunas de sus cartas habló sobre la esperanza. La iglesia vivía tiempos difíciles, tiempos de persecución, y de mucho dolor, los cristianos eran hechos prisioneros por su fe, encarcelados, llevados a los juegos romanos, enviados a morir en los circos del Coliseo de la antigua Roma.
La vida de los creyentes se caracterizaba más por sufrimientos que por éxitos y aquello que los alentaba era precisamente su esperanza: Dios mismo.
La esperanza bíblica es una convicción consistente, de que Dios cumplirá sus promesas, es tener una seguridad plena para el futuro, sabiendo que Jesús es su fuente, porque Él es la Resurrección y la Vida
El gloriarnos en las tribulaciones tiene retribución: nos ayuda a desarrollar resistencia, firmeza de carácter y fortalece nuestra esperanza segura de salvación.
Su esperanza no nos desilusiona, porque Dios es suficiente y es fiel, al punto de amarnos profundamente, y darnos Su Espíritu Santo como garantía de Su herencia, Su reino. Su propósito es consolarnos con Su presencia.
Dios nos llama a ser partícipes de Su gracia, a ser libres del pecado que nos hace perder de vista la esperanza, y nos causa desilusiones. El arrepentimiento que trae el perdón entregado por medio de Jesús, nos da la certeza de vida eterna. Su amor incansable desea que seamos renovadas diariamente por Su Espíritu, pues todos los días vela por nosotras.
De hoy en adelante, caminemos con valentía, seguras, gozosas ante el porvenir, inclusive en medio de las pruebas. Mantengamos nuestra profesión de fe, firme y sin vacilaciones, reconociendo Su soberanía, fidelidad e infinita misericordia. Perseveremos en la oración, pues Él nos escucha.
Padre amado, gracias por Tu amor, por enviar a Jesús, a morir por los tuyos, en la cruz. Gracias por darnos la esperanza bienaventurada y la seguridad de la eternidad. Gracias por el Espíritu Santo, quien nos consuela en medio de las aflicciones. En Ti ponemos toda nuestra confianza, sabiendo que nunca nos defraudas y que siempre harás lo que es mejor, según Tu perfecta voluntad. En el nombre de Jesús, amén.
En las manos del Rey,
Nelva de Quezada