La Gracia Reine

 

Una de mis más queridas amigas es una seguidora de reglas. Ella ama las reglas y listas porque la ayudan a saber exactamente lo que necesita. En mi caso, por el contrario, bueno, digamos que nunca he sido buena con las reglas. Mi personalidad tiende a seguir el espíritu detrás de la ley, pero normalmente quiero modificar la letra de la ley. Al crecer, aunque me esforcé mucho, sentía que no podría vivir de acuerdo a reglas, y que estaban ahí sólo para atraparme cada vez que me pasaba de la raya.

Toma un momento e imagina cómo se sentían tanto los seguidores de las reglas como los infractores en el Antiguo Testamento cuando la ley fue dada al pueblo de Dios. Me pregunto, ¿cuántos se hubieran identificado conmigo, y cuántos se hubieran identificado con mi amiga? Me pregunto quiénes tomaban con prontitud la oportunidad para medir sus vidas de acuerdo a la ley, y quiénes vivían con temor porque sabían que jamás lo alcanzarían.

La verdad es que ambas estamos en lo correcto acerca de la ley. Mi amiga, a la que le gusta seguir las reglas, está en lo correcto en que las leyes, especialmente la ley de Dios, es santa y para nuestro mayor bien y crecimiento. Aún así, yo también estoy en lo correcto al sentirme abrumada por la realidad de que nunca podría sostener cada letra de la ley – ¡sin importar cuánto me esfuerce por intentarlo! Hebreos 10 nos dice que la ley, aunque muy poderosa y buena, no tiene el poder para salvarnos. Y entonces necesitamos algo, o alguien más grande que la ley.

Hasta acá, en Hebreos, hemos aprendido que Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, es mejor. Él es mejor que los ángeles (Hebreos 1), superior a Moisés (Hebreos 3) y mejor que Josué y Aarón (Hebreos 4). Para los lectores originales de Hebreos, el escritor estaba señalando que Jesús es mejor que cualquier cosa que ellos consideraran digno de amar o venerar. Y ahora en Hebreos 10, el escritor quiere que sepan que la ley (aquello por lo cual miden y rigen sus vidas) no puede salvarlos.

Pero Jesús puede hacerlo.

Porque Jesús es superior a la ley.

La ley es algo poderoso, pero Hebreos 10 nos dice que es sóolo una sombra de los bienes venideros. La ley tiene el poder de apuntarnos a un mundo lleno de bondad y orden. La ley protege a la viuda, al huérfano, al peregrino. La ley está diseñada para asegurar justicia y prosperidad para todas las personas. Aún así, mira a tu alrededor. ¿Es eso lo que ves en el mundo en el que vives? ¡Para nada en absoluto! La ley solo ha provisto indicios de esto, pero solo Cristo puede proveer salvación y redención para toda la humanidad.

Romanos 5:20-21 dice:

“La ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor.

Me encanta cómo Romanos dice: “la gracia reine”. Gracias a la justicia de Jesús, gracias a Su sacrificio en la cruz, un día viviremos en un mundo en el cual lo que la ley era solo una sombra, se convertirá en nuestra completa realidad. Porque Jesús es superior a todas las cosas, un día la gracia reinará.

Apocalipsis 21 dice que esta gracia tiene la apariencia de un mundo sin lágrimas ni dolor. Ya no habrá muerte ni destrucción. La justicia y la bondad serán nuestra norma, y ya no habrá más pecado ni sufrimiento.

 

El final de nuestro pasaje de hoy dice: “Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados. También el Espíritu Santo nos da testimonio. Porque después de haber dicho: «Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en su corazón, y en su mente las escribiré», añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades».  Ahora bien, donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado.”  Hebreos 10:14-18

Y entonces hoy, amada hermana, sea que consideres a la ley alentadora o abrumadora, recuerda que ella no es nuestra gracia salvadora. Solo Jesucristo puede proveer la gracia que nos redime de nuestro pecado. Solo Él puede santificarnos. Puestos los ojos en Él, el autor y consumador de nuestra fe, y Él nos mostrará cómo vivir hasta el día que regrese y la gracia reine.

 

Brittany Salmon.

 

 

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