¿Alguna vez has estado leyendo un libro y te has dado cuenta de que al final de la página no estabas realmente concentrada, y solo pasaste tus ojos sobre las hojas, por lo que tendrás que volver a leerlo? A mí me pasaba todo el tiempo cuando estudiaba para los exámenes. Puede ser muy difícil mantener la concentración, incluso cuando sabes que lo que estás leyendo va a ser importante.
A veces, esto puede suceder cuando estamos leyendo la Biblia. Leemos, pero no estamos ansiosas por leer, ¡ni esperamos que tenga un gran impacto en nosotras! Muy fácilmente podemos hacer que la lectura de la Biblia sea una tarea que hay que añadir a nuestra lista de cosas por hacer, y estamos ansiosas solo para marcar el trabajo como hecho por el día. Perdónanos, Señor.
Sin embargo, este no es el caso en la lectura de hoy de Nehemías. El pueblo de Dios no había escuchado la Palabra de Dios durante mucho tiempo. Todos se reunieron para escucharla: hombres, mujeres y niños que tenían edad suficiente. Desde el amanecer hasta el mediodía, el sacerdote Esdras leía al pueblo los libros de la ley de Moisés. El pueblo estaba ansioso por escuchar el libro de la ley.
El verano pasado estuve leyendo biografías cristianas con mis hijos, y leímos una sobre el Hermano Andrew de Puertas Abiertas. Él viajó detrás de la cortina de hierro en varios países de Europa del Este, llevando Biblias a lugares donde, en ese momento, estaban prohibidas.
También animó a muchos cristianos mientras viajaba. La reacción del pueblo de Dios en Nehemías, su hambre por escuchar a alguien leer la Palabra de Dios les hizo estar de pie y escuchar durante tanto tiempo, me recordó a los cristianos que conoció el hermano Andrés. Ambos tenían hambre de saber más de Dios por medio de Su Palabra. Esto es un reto para nosotras. ¿Tenemos hambre de conocer a Dios más profundamente?
En Nehemías, cuando el pueblo de Dios escuchó Su Palabra, los llevó a adorarlo. Los levitas enseñaban al pueblo, “explicando e impartiendo conocimiento para que el pueblo entendiera lo que se leía” (Nehemías 8:8). Al leer esto, me sorprendió lo parecido que es a nuestros servicios religiosos de hoy en día (¡exceptuando el estar de pie desde el amanecer hasta el mediodía!). La iglesia debería ser un lugar donde la Palabra de Dios es leída y explicada, proporcionando revelación, y el pueblo de Dios gana comprensión. Ora por los líderes de tu iglesia mientras intentan hacer esto, y ora por tu propio corazón y que tu propio entendimiento crezca.
Cuando la gente escuchó la Palabra de Dios, les hizo llorar. ¿Por qué? Sabían que no habían estado obedeciendo a Dios, y estaban arrepentidos. Las lágrimas caían por sus rostros. A veces, la Palabra de Dios puede causar emociones fuertes. Lágrimas de tristeza caen cuando nos damos cuenta de que estamos lejos de lo que estamos llamadas a ser, y nos arrepentimos. La ley fue dada para señalar nuestra necesidad de un Salvador.
Los sacerdotes declararon ese día, uno santo, un día de celebración y alegría por todo lo que Dios había hecho. Esto le recordaba al pueblo que aunque ellos no eran fieles, Dios era fiel. Nuestro gozo y alegría está en Él y en todo lo que ha hecho por nosotras. El gozo del Señor es realmente nuestra fortaleza, ya que podemos confiar y descansar en Él.
El pueblo podía regocijarse, ya que su arrepentimiento les condujo al perdón de Dios. Nosotras también conocemos esta alegría. Jesús nos ha liberado. Podemos tener gozo a pesar de nuestros errores pasados, circunstancias actuales o incertidumbres futuras gracias a Jesús. Él perdona nuestro pasado, transforma nuestro presente, y nos da una esperanza maravillosa y segura para nuestro futuro.
La Biblia nos ayuda a conocer mejor a Dios, a amarle más y a ser transformadas por Su gran amor; esto nos lleva a que vivamos de otra manera. Poco a poco nos vamos haciendo más semejantes a Cristo.
Cuando te acerques a la palabra para leerla, aquieta tu corazón y recuerda de quién es la Palabra que estás leyendo.
Tómate un tiempo para orar, pidiéndole a Dios deseo por escuchar lo que te está diciendo.
Julie
Semana 4 – Desafío
Esta semana estudiaremos cómo el pueblo fue renovando su corazón y su adoración a Dios. Tómate un tiempo para reflexionar sobre el estado de tu corazón. ¿Hay algún pecado del que necesites arrepentirte? ¿Hay algún patrón o hábito que te distrae de pasar tiempo con Dios? ¿Has comprometido demasiado tu agenda? Pídele a Dios que te revele cómo puedes crecer en tu relación con Él.
Semana 4 – Plan de Lectura
Semana 4 – Versículo a Memorizar