Somos Testigos

 

Hace unos años, tuvimos el privilegio de vivir y servir a Dios en Jerusalén durante unos meses. Fue una experiencia enriquecedora caminar por donde Jesús caminó y ver cómo lo que leemos en los Evangelios sobre Jesús cobraba vida mientras pasábamos tiempo en Galilea, Nazaret, el Monte de los Olivos, Getsemaní y muchos otros lugares donde Jesús dijo e hizo cosas milagrosas.        

                   

Lo más destacado de nuestra estancia allí fue estar en la tumba de Jesús: ¡estaba realmente vacía! Intentamos imaginar cómo fue, y la conmoción que supuso, para las mujeres y los discípulos en los días posteriores a la muerte de Jesús cuando, en su dolor y decepción, intentaron comprender todo lo que había sucedido. Qué bendición fue para nosotras experimentar la alegría de la resurrección porque “Él no está aquí, Él ha resucitado”.

 

Aquí es donde nos unimos a Lucas, en el capítulo 24, cuando él termina este evangelio, ¡y qué final tan asombroso! Hay una densidad de cuestiones en este último capítulo que confirman quién es Jesús, la esperanza que tenemos como seguidoras Suyas y la Buena Noticia que tenemos que proclamar a todas las naciones.    

                            

Lucas comparte el relato de la resurrección de Jesús (que es tan fundamental para nuestra fe por la certeza y la esperanza que nos da), después nos habla de las últimas apariciones de Jesús ante los discípulos y, por último, sobre la comisión de Jesús a Sus seguidoras como testigos para compartir la Buena Nueva del Evangelio.

 

Me encanta la historia de la aparición de Jesús en el camino de Emaús a estos creyentes desconcertados mientras luchaban por comprender los acontecimientos de los días anteriores. En medio de su tristeza, sus preguntas sin respuesta, sus dudas y su desesperación, “Y mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos.”  Lucas 24:15.

 

Qué consuelo es para nosotras saber que en nuestras pruebas y tristezas, en los momentos en que no podemos entender lo que Dios está haciendo, cuando toda esperanza parece perdida, Jesús camina con nosotras.

 

Si este es el recordatorio que necesitas hoy, anímate. Sea lo que sea que estés afrontando, Dios lo ve, lo sabe y le importa. Tenemos la seguridad de la presencia de nuestro poderoso y compasivo Salvador caminando con nosotras, escuchando nuestras dudas y temores, hablando paz a nuestros corazones atribulados, y señalándonos hacia las promesas de Su Palabra.

 

En el último encuentro de Jesús con Sus discípulos, fortaleció su fe señalándoles que ya les había dicho que en Él se habían cumplido siglos de profecías: Su nacimiento, Su vida, Sus sufrimientos, Su muerte y Su resurrección. Imagínate estar allí con ellos, dándote cuenta de que todo lo que Jesús había dicho se había hecho realidad, pero sin comprenderlo del todo.

 

¿No nos ocurre lo mismo a nosotras hoy? Qué maravilla, entonces, que así como Jesús les abrió la mente para que entendieran las Escrituras y vieran que todo giraba en torno a Él, nosotras también tenemos a Su Espíritu Santo como maestro, para que abra nuestros ojos e ilumine nuestras mentes, señalandonos a Jesús mientras leemos Su Palabra.

 

¿Quieres unirte a mí, tomar un momento para dar gracias a Dios por el ministerio y la misión de Ama a Dios grandemente y sobre la bendición que es poder estudiar las Escrituras juntas, para llegar a conocer más de Jesús a través de Su Palabra, para que podamos crecer en la fe y estar mejor equipadas como testigos para alcanzar a otras para Cristo?

 

Tomemos buena nota de la exhortación final de Jesús a los discípulos, pues Su encargo es el mismo para nosotras hoy: 

y les dijo: “Así está escrito, que el Cristo padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día; y que en Su nombre se predicará el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas.”Lucas 24:46-48

 

Fíjate cómo hemos cerrado el círculo desde el principio del Evangelio de Lucas, cuando se nos presentó a Juan el Bautista, cuya misión era proclamar la venida del Mesías, predicando el arrepentimiento para el perdón de los pecados. Este es el mensaje que nosotras también tenemos que compartir.

 

Es vital que comprendamos la importancia de la instrucción de Jesús aquí. Nuestra vocación es compartir lo que puede no ser popular en nuestra cultura actual: el problema del pecado y la necesidad de arrepentirse. La tentación puede ser centrarse sólo en el amor de Dios por la persona a la que estamos llegando, y aunque eso es absolutamente cierto, no debemos dejar de lado o diluir la verdad del Evangelio. Somos pecadoras perdidas que necesitamos de un Salvador. Su muerte pagó el precio del pecado para que podamos venir a la cruz, arrepentirnos y recibir el perdón completo. Por Su resurrección podemos conocer la garantía de la vida eterna para todas las que creen y confían en Su nombre.

 

Jesús nos llama a cada una de nosotras a ser Sus testigos, “comenzando desde Jerusalén”— lo que significa que debemos comenzar justo donde estamos, llegando a los familiares, amigos y a aquellas en nuestra escuela, lugar de trabajo o vecindario. Se alentada en que no lo logramos por nuestra fortaleza— Dios nos equipa con Su Espíritu al “revestirnos del poder de lo alto”, y camina con nosotras dondequiera que nos llame a ir.                                                                

                                                                                         

Somos amadas incondicionalmente, redimidas, purificadas y perdonadas.  

Tenemos un Padre que está lleno de compasión y es capaz de hacer más de lo que jamás podríamos imaginar.     

Tenemos un Salvador resucitado que nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotras, que intercede por nosotras y que un día volverá para llevarse a Su pueblo a estar con Él para siempre.                                                                                 

Tenemos la esperanza del cielo y la seguridad de la vida eterna.           

Tenemos la presencia y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotras.  

Tenemos la Palabra de Dios para enseñarnos y transformarnos para ser más como Jesús.

 

¡Estas son Buenas Noticias!

 

¿Con quién la compartirás hoy?

 

Katie

 

 

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Katie

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