Firmado, Sellado, Entregado

 

En la década de 1970, un genio musical estadounidense llamado Stevie Wonder lanzó una melodía pegadiza titulada “Firmado, sellado, entregado”. El título de la canción se tomó de un término legal de la escritura contractual que indica la validez de una transacción comercial finalizada. El vendedor firmaba un documento de título formal y luego lo sellaba con cera y lo entregaba al propietario.

 

En el capítulo 2 del Evangelio de Juan, Jesús inicia Su ministerio público al entrar al templo para comenzar el negocio que Dios le había encargado llevar a cabo aquí en la tierra. Se para formalmente en la casa de Dios ante los oficiales religiosos y declara abiertamente “Estoy aquí” – firmado, sellado y pronto a ser entregado.

 

El registro bíblico es claro: hemos sido compradas por precio. En el jardín, cuando Adán y Eva se contaminaron con el pecado, Dios declaró que Su descendencia heriría la cabeza de la serpiente y nos reclamaría como Suyas (Génesis 3:15). Cristo derramó Su sangre para librarnos de la muerte.

 

El plan de Dios para que Jesús entregara Su vida para pagar el rescate por nuestros pecados y muriera en la cruz ya se ha cumplido, y el enemigo sabe que no tiene ningún derecho sobre quienes ponemos la fe en Cristo. Pertenecemos a Dios.

 

Por eso vino Jesús. Él vino no solo para limpiar el templo, sino para limpiarnos a todos del pecado y librarnos de la condenación. En ese momento, los discípulos no reconocieron las señales ni vieron al Mesías, pero después de la resurrección, el Espíritu Santo despertó su entendimiento. Solo en retrospectiva, los más cercanos a Jesús vieron la verdad. Por Su celo por nosotros, Jesús se dejó entregar a Sus acusadores. Su ofrenda de sacrificio derrotó al pecado, la muerte y la condenación y selló para siempre nuestra redención.

 

Lamentablemente, no todos reconocen a Jesús como su libertador. Cegados por el orgullo, los líderes judíos no pudieron reconocer la señal obvia. Jesús mismo era la señal enviada por Dios y estaba delante de ellos:

 

 

  • No pudieron ver la pureza de Cristo que vino a derramar Su sangre por los perdidos en el pecado. Dios hizo que Su Hijo, que no tenía pecado, cargara con los pecados de la humanidad para salvarnos a todos. (2 Corintios 5:21)
  • Se negaron a aceptar que Jesús era el Cordero Pascual. Cristo era el cordero sacrificado que ellos necesitaban desesperadamente para ser limpiados del  pecado y tener paz con Dios. (1 Corintios 5:7)
  • Tropezaron y no creyeron que Cristo era la principal piedra angular del templo, la única que podía salvarlos de la vergüenza. (1 Pedro 2:4–8)

 

Cuando Jesús dijo: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo”, estaba declarando la Buena Nueva de la salvación para todas nosotras. Ya no tenemos que buscar señales o preguntarnos si Dios nos recibirá en el cielo cuando muramos. Nuestro Salvador ha venido. Jesús llevó el peso de nuestro pecado hasta la cruz del Calvario, y tres días después, resucitó. La muerte fue vencida ese día, y ya no somos condenadas por nuestro pecado cuando ponemos nuestra fe en Cristo. Gracias a Jesús, Dios nos ve como puras y santas.

 

Amiga, si confiesas que Jesús es tu Salvador y le pides que perdone tus pecados, eres libre. Tu deuda ha sido firmada como “pagada en su totalidad”. Eres sellada por el Espíritu Santo y destinada a hacer buenas obras. Has sido librada de toda condenación.

 

Nuestra eternidad está segura porque tenemos un Salvador que luchó celosamente por nuestras almas. Cada mañana al levantarnos para recibir el día, recordemos que el Hijo de Dios vino a rescatarnos. Cuando Jesús resucitó, nuestras vidas cambiaron para siempre. La muerte fue derrotada y nuestra posición en Dios es irrevocable. Ahora podemos dejar de lado la duda y el miedo y vivir para compartir las Buenas Nuevas de salvación.

 

Lyli

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