Un Linaje Sagrado

 

Hay momentos en mi vida en los que me siento sola, ansiosa y triste. Algunas temporadas siento estas emociones más que otras. Creo que todo el mundo ha sentido estas emociones de forma intensificada debido a las crisis por las que ha pasado y sigue pasando nuestro mundo. No hay nada nuevo bajo el sol, ya que cada generación en esta tierra experimenta los dolores de la soledad, la ansiedad y la tristeza, porque este mundo es un mundo caído. Sin embargo, creo que es importante señalar que estamos muy lejos de ser aquello para lo que en realidad  fuimos creados.

 

Cuando Dios nos creó lo hizo con verdadero deseo y euforia. Puso en nuestro interior un profundo deseo de conexión íntima, paz y alegría. Estos deseos estaban destinados a ser satisfechos en primer lugar y plenamente a través de la conexión con Dios. Cuando la humanidad se quedó corta y pecó contra Dios, fuimos separados de Él. Ahora podemos participar de la intimidad con Dios a través de la sangre de Jesús, Dios encarnado, que pagó por nuestros pecados íntegramente en la cruz. Por eso, los que creen en Jesús cuentan una historia diferente; su historia no termina con el dolor, sino que comienza con la esperanza. Lo que es diferente de ser un creyente en Jesús no es que el dolor de este mundo desaparezca, sino que el creyente tiene un poder divino viviendo en su interior, y un Dios que siempre está con ellos, redimiendo el dolor y proporcionando la esperanza de un futuro glorioso. 

 

La Palabra de Dios es poderosa. Me maravillan las palabras de 1 Pedro 4, inspiradas por Dios. Nos dice que no sólo tenemos pleno acceso a su presencia a través de la oración, sino que nos ha creado para la conexión con otros seres humanos, para que podamos sentir su amor de forma tangible mientras caminamos por esta tierra. Esto es la iglesia, y la “iglesia” no es un edificio, sino una familia unida por la sangre de Cristo; es el cuerpo sagrado de Cristo. Siempre que entro en una reunión local de creyentes que aman la Palabra de Dios, se atienen a ella y los creyentes están llenos del Espíritu de amor -el Espíritu de Dios. Yo siento que esas personas son mi familia, al instante. Tengo sentimientos de paz y esperanza, porque sé que no estoy sola en la lucha por la verdad, la luz y la vida. 

 

Cuando era niña, crecí viendo cómo los creyentes del lugar atendían las necesidades de mi familia una y otra vez. Cuando todos los miembros de nuestra familia se enfermaban, había comidas en nuestra casa durante una semana. Cuando necesitábamos un lugar donde quedarnos, mis padres llamaban a alguien de nuestra iglesia. Cuando necesitábamos ayuda para mudarnos, la gente de nuestra iglesia nos echaba una mano de buena gana. Cuando nuestra familia pasó por un momento difícil, nuestra iglesia nos rodeó y atendió nuestras necesidades físicas y oró por nosotros. De hecho, es a esto a lo que estamos llamados: oración, amor, hospitalidad, servicio y aliento, unos a otros, todo a Él, en respuesta a su amor poderoso. 

 

Aunque la iglesia puede ser una fuente vibrante de vida y conexión, ninguna iglesia es perfecta, porque ningún ser humano lo es. Muchos han sido heridos por aquellos en la iglesia que han afirmado amar a Dios. Si tu has experimentado tal herida, quiero que sepas que el comportamiento humano y el pecado no minimizan el amor y el cuidado que Dios tiene por ti. Tus emociones son reales y merecen ser procesadas, porque tu mereces ser escuchada y siempre mereces ser tratada con dignidad y amor. También quiero animarlas a todas a buscar fervientemente a Dios, pues quien conoce a Dios conoce el amor. Que Dios nos conceda la fuerza para perdonar a quienes nos han hecho daño y extender hacia todas las personas la bondad que Dios nos ha mostrado. 

 

Incluso mientras nos curamos de las heridas de la iglesia o luchamos con las diferencias de opinión dentro del cuerpo eclesiástico, lo más importante es que los creyentes se centren, de la mano, en la verdad inmutable de que Dios creó. Dios ama y Dios salva. La sangre de Cristo y el amor de Cristo son la fuerza más poderosa que une a los creyentes de todo el mundo. Todos tienen un lugar al que pertenecer en el Cuerpo de Cristo, con Dios como Padre sobre todos. Ruego al Señor que te conduzca a un espacio en el que puedas formar parte de ese linaje real y sagrado. Tu fuistes hecha para ello y lo vale. 

 

 

Grace Ann

 

Grace

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