Es sorprendente y difícil de entender la razón por la que Dios escogería, aparentemente, las circunstancias más improbables para pronunciar algunas de las bendiciones más significativas de las Escrituras. Abraham aún no conocía a Dios cuando recibió Su bendición, y Jesús aún estaba en la cruz cuando proclamó “Consumado es”.
El cumplimiento de la Palabra de Dios no depende de nosotras, ni de nuestras circunstancias actuales. Más bien, el cumplimiento de las promesas y las Escrituras descansa sobre los hombros de Dios, ya que Él tiene el control y ve el panorama completo. Él simplemente nos llama a caminar en fe con Él mientras nos guía diariamente.
Dios cumplió Su promesa a Abraham de que le daría la tierra de Canaán, que tendría tantos descendientes como las estrellas y que su familia sería una bendición para el mundo. Aún mayor que este cumplimiento, vemos la promesa más grande de Dios de enviar un Salvador. Mientras que Jesús estaba colgado en la cruz, cumplió innumerables profecías y promesas, que comenzaron en Génesis 3:15. Dios no se olvidó. Observó y esperó pacientemente. Cuando llegó el momento, cumplió la promesa.
Al terminar otro año, la mayoría de nosotras estamos haciendo un balance de nuestras vidas y podríamos estar preguntándonos: “¿Cuándo sucederán estas cosas para mí?”. “¿Cuándo llegarán las respuestas a estas oraciones?”.
Permíteme recordarte que, al celebrar la Navidad, estás celebrando el cumplimiento de una promesa hecha por Dios hace miles de años. El milagro de que, a través de la semilla de Abraham, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Jesús es esa semilla. Él es el cumplimiento de esa promesa. Amiga, Dios siempre cumple Sus promesas. Puede que no sean como esperamos, pero Él siempre las cumple.
Jesús vino a restaurar nuestra relación rota con Dios. Jesús vino para asegurarse de que todos los que crean en Él se reconcilien con Dios y disfruten de Sus bendiciones. Sin Jesús, nuestras vidas son un caos. Nuestros corazones se sienten vacíos y necesitan el consuelo y la compañía que sólo Dios puede dar. Jesús vino a llenar ese vacío para que fuéramos restauradas a la relación original con Dios, donde Sus bendiciones fluyen y fluyen.
No importa el color de tu piel, nacionalidad, raza, idioma o formación académica, Jesús, la semilla de Abraham, está aquí para devolvernos nuestra relación con Dios para que podamos disfrutar de Sus bendiciones.
Shalom,
Ebos