¿Qué es la verdad?
Esta pregunta la pronunció Pilato, el gobernador romano que entregó a Jesús para que lo crucificaran. Jesús acababa de afirmar que la razón por la que había venido al mundo era para dar testimonio de la verdad (Juan 18:37). Esta es una declaración muy importante. En esta declaración, Jesús Se reveló a Pilato, lo supiera o no. Aún hoy, al leer este texto, Jesús se nos está revelando a nosotros.
El concepto de verdad es de amplio alcance. A veces, uno se hace la misma pregunta que Pilato: ¿Qué es la verdad? Existe una plétora de creencias, opiniones, teorías, afirmaciones e ideologías diferentes. ¿En qué podemos depositar nuestra fe? ¿Hay algo de lo que podamos estar seguras, sin lugar a dudas? Es importante debatir este tema porque la verdad nos hace libres (Juan 8:32). Si no conocemos la verdad sobre las cosas, nos quedamos viviendo en un estado de confusión y miedo constantes- un estado que representa menos de aquello para lo que fuimos hechas.
Tómate un momento para pensar cómo responderías a esta pregunta: ¿Qué es la verdad? Vivimos en un mundo lleno de engaños. A veces, el engaño que nos rodea está tan normalizado que ni siquiera sabemos que estamos siendo engañados. El engaño puede presentarse en las noticias, en las redes sociales o incluso en la iglesia. El engaño está en todas partes porque vivimos en un mundo gobernado por el enemigo (1 Juan 5:19). Él es el padre de la mentira y nunca dice la verdad (Juan 8:44). Busca robarnos, matarnos y destruirnos (Juan 10:10). Por eso necesitamos conocer la verdad.
Para conocer la verdad, debemos tener una autoridad sobre la que construir nuestras vidas, algo que nos capacite para discernir cómo son y cómo suenan las mentiras. Esta autoridad es la Palabra de Dios, que es el fundamento de toda verdad (Juan 17:17). La Palabra nos ha sido dada por Dios. Es exhalada por Él (2 Tim. 3:16). La Palabra es un arma poderosa que vence las estrategias, las palabras y las tácticas del enemigo (Efesios 6:17). La Palabra nos revela quién es Dios en Cristo Jesús. La Palabra es Cristo mismo (Juan 1:1). Por lo tanto, si conocemos a Dios, conocemos la verdad. En Juan 14:6, Jesús declara que Él es la verdad. Todas las palabras deben estar a la altura de las Suyas.
Pedro, mediante el poder del Espíritu, resume nuestra estrategia de victoria en su segunda carta. En pocas palabras, es la siguiente: debemos conocer a Jesús (2 Pedro 2:20). Debemos conocer a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para vencer las mentiras del mundo, del enemigo y de la carne. Debemos conocer a Jesús. Conocer a Jesús significa pasar tiempo con Él. Jesús es La Palabra. Por lo tanto, debemos pasar tiempo en La Palabra. Debemos escribirla en la tabla de nuestro corazón y mente.
También necesitamos estar quietas ante Dios y permitirle que trabaje en nosotras para Su gloria. Como creyentes, tenemos pleno acceso a Dios por medio de Cristo (Ef. 3:12). Se nos llama y ordena que estemos en comunión con Él, en oración sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). Me anima el ejemplo bíblico de Daniel. Daniel 6:10 nos dice que tenía por costumbre y hábito orar y dar gracias a Dios de rodillas, tres veces al día. Vemos que tal disciplina en la presencia de Dios aumentó su sabiduría y su fe. ¿Qué pasaría si nos disciplinamos de la misma manera? ¿Qué podría hacer Dios con un corazón dispuesto y entregado? Cualquier cosa.
Aunque es difícil defender la verdad en un mundo que huye de Dios, las palabras de Jesús nos fortalecen. En Juan 16:33, Jesús nos dice que Él es nuestra paz. Aunque se nos garantiza que enfrentaremos pruebas en la tierra, Jesús ya ha conquistado el mundo para nosotras. Ya ha vencido al pecado y a la muerte para nosotras (Col. 2:13-15). Tenemos la esperanza del cielo para vivir y la gracia de Dios para vivir. Que esta sea la verdad en la que te apoyes. Eres más que vencedora por Cristo y en Cristo (Romanos 8:37). La libertad es tuya porque La Verdad vino al mundo para salvarte, y Su nombre es Jesús.
Grace Ann Hopkins
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