Soy Aceptada

 

Por tanto, acéptense los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para la gloria de Dios.  Romanos 15: 7

Cumplí 30 en enero, y si hay algo en mis primeros años en la tierra que me ha petrificado, es el rechazo de la gente. Al crecer, siempre me sentí fuera de lugar, demasiado para algunos grupos y no lo suficiente para otros. Siempre fui más grande que mis compañeras, por lo que rara vez me aceptaban, tampoco lo hacían las niñas mayores. Un día, Dios me abrió los ojos para que me viera como Él me ve. Antes de la fundación de la Tierra, Dios me eligió. Incluso antes de que yo naciera, Cristo fue a la cruz, y Su muerte y Su resurrección aseguraron que yo fuera total y completamente recibida por Dios, con defectos y todo.

 

Cuando nos acercamos a Dios con sinceridad y nos rendimos, entregando nuestras vidas a Él, Él nos recibe, nos acepta y somos Suyas. La Escritura dice que hay regocijo en el cielo por un pecador que se arrepiente.

 

No importa qué defectos tengas, no importan tus deficiencias, no importa el color de tu piel, intelecto o antecedentes educativos, baja o alta, pobre o rica; si has colocado tu fe en Cristo, eres una hija de Dios. Como hija de Dios has sido aceptada por Él y Él te ve y te trata como a los Suyos.

 

Ahora que somos aceptadas por Dios, ¿cuál debería ser nuestra respuesta? 

 

Primero, acción de gracias por este regalo de aceptación por parte del Rey del universo. Es un honor que nunca podremos devolver. ¡Gracias a Ti, Jesús!

 

En segundo lugar, debemos recibir a los demás con toda honestidad y amor, con la misma gracia con que hemos sido recibidas. Recibir a alguien significa aceptarlo en nuestros hogares así como en nuestros corazones, compartiendo comidas y actividades. Jesús es nuestro ejemplo perfecto de cómo recibir y aceptar a los demás no importa quiénes sean. Las Escrituras dicen que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotras mismas. Cristo no fue prejuicioso con nadie, por lo que tú y yo tampoco deberíamos serlo. Todas éramos pecadoras, separadas de Dios, pero Cristo nos trajo de regreso a Él. Debemos buscar estar llenas de gracia y recibir a otros con amor.

 

Cuando nos aceptamos unas a otras como Dios lo ha hecho con nosotras, le estamos dando gloria a Él. Quiero siempre darle gloria a Dios, y esta es una forma en que puedo hacer eso.

 

El mundo es tan diverso y sé que puede ser difícil recibir y aceptar a todos. La iglesia primitiva luchó por estar unida entre judíos y gentiles. No estamos solas en nuestra lucha por la unidad, y debemos continuar honrando y dando la bienvenida a todos los creyentes en Cristo. Debemos hacer todo lo posible para evitar el favoritismo, dedicando tiempo a saludar a aquellos con quienes normalmente no hablamos, minimizando las diferencias y buscando un terreno común para el compañerismo. De esta manera estás aceptando a los demás como Cristo te ha aceptado a ti, y dando la gloria a Dios.

 

Amado Padre, gracias por recibirme como Tuya. Es un privilegio que no merezco, que yo nunca podré pagar, y del que estoy agradecida. Quiero que mi vida siempre te dé gloria, así que hoy y siempre ayúdame a aceptar y recibir a las personas en mi hogar y en mi corazón, relacionándome con ellas en amor y con gracia. En el nombre de Jesús, amén.

 

Ebos

Estudio Bíblico Relacionado

Recibe nuestras actualizaciones

Recientes