Solo Uno Volvió

 

 

Imagínate por un minuto cómo habría sido tener lepra.  Eras una marginada de la sociedad. Tenías que vivir lejos de cualquiera que no tenía la enfermedad,  ya sea solo o en una colonia con otros que tenían lepra.  Tenías que gritar “Impura” si la gente se te acercaba.

 

En la lectura de la Escritura de hoy,  vemos a Jesús entrando a un pueblo, pero antes que Él pudiera entrar se encontró con diez leprosos.  Nota que dice que ellos se mantuvieron a la distancia.  A ellos no se les permitía acercarse a Él.  ¿Qué hicieron ellos cuando vieron a Jesús? Alzaron su voz y llamaron a Jesús “Maestro” y después le pidieron que tuviera misericordia de ellos.  Ellos sabían que lo necesitaban.  Reconocieron el poder que Él tenía para sanarlos

 

Misericordia es definido como “un trato compasivo a los desamparados”. Estas personas estaban en necesidad.  Estas personas necesitaban un trato compasivo.  Estas personas le están pidiendo al Único que ellos sabían que tenía el poder para sanarlos y mostrarles compasión.  ¿Qué dice que Jesús hizo? Dice que Jesús los vio.

 

Piensa acerca de esto por un minuto.  En un mundo donde ellos eran marginados de la sociedad, Jesús los vio. Él los miró.  Luego Él les dijo que fueran y se mostraran ante el sacerdote,  quien era el único que podía determinar si ellos estaban puros o impuros.  Los había sanado  ya Jesús? No. Pero qué es lo que observamos que los diez leprosos hacen?  Los vemos  dirigirse hacia el sacerdote.  Ellos creyeron que Jesús podría sanarlos de su lepra incluso antes de que Él lo hiciera,  así que ellos se pusieron en marcha.  Mientras ellos iban, ellos fueron limpiados. Lo que pasó después es algo a lo que debemos tomar nota.

 

Los diez fueron sanados,  todos los diez  ya no eran más marginados, pero solamente uno regresó.  Uno miró y vio que estaba limpio, y su respuesta inmediata fue regresar y adorar a Dios con una voz audible y caer sobre su rostro ante  los pies de Jesús  y darle gracias.

 

¿Qué pasa conmigo? ¿Qué pasa contigo?  Es muy probable que no tengamos ni hayamos tenido  nunca lepra,  pero en realidad tenemos algo peor. Tenemos un problema de pecado que nos hace “impuras” por dentro,  en el corazón. Pero Dios, en Su misericordia, nos ha sanado en el interior, Jesús nos vio, desamparadas lejos de Él y Él nos sanó. Cual es mi respuesta a esto? Estoy feliz de seguir adelante con mi vida solo disfrutando la bendición de ser limpiada, o es la responsabilidad de mi corazón regresar a Él y adorarle?  ¿Debo caer sobre mi rostro a Sus pies y darle las gracias?   ¿Soy como el uno, o soy como los otros nueve?

 

Quiero ser una mujer quien  diariamente viene ante el Señor y le adora por la obra de sanidad que Él ha hecho en mi corazón.  Quiero ser una mujer que continuamente da gracias  que ya no estoy enferma de pecado.  Quiero ser una mujer cuya vida se caracteriza por un corazón de adoración y gratitud.  Quiero ser una mujer que regrese, una, y otra, y otra vez postrada ante Él en gratitud. Tal vez podamos aprender del único que  regresó.

 

Mary Leslie

 

Mary

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