Restauración de Vida

 

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”

 

Todo pueblo tiene una historia que contar, y en el libro de Nehemías se narran momentos críticos de la historia de Israel, que marcarían el camino a su restauración.

 

Los primeros israelitas habían regresado del exilio a la ciudad de Jerusalén desde hacía un siglo, después de que el rey Persa, Artajerjes, diese la orden; pero a pesar de todos esos años viviendo allí, y con posibilidad de realizar reformas, el pueblo de Dios se encontraba en una situación deplorable. Su pecado se reflejaba en el estado físico de una ciudad destruida, sin esperanza de llegar al futuro que Él les había prometido.

 

Al saber la situación, Nehemías, quien desde muy joven fue llevado a palacio para ser copero del rey, quedó destrozado al conocer el estado en que estaba Jerusalén, al punto de reconocer ante Dios sus faltas, y las de su nación, pues él compartía su identidad y su culpa. 

 

Nehemías hizo una oración, confesó sus pecados, y los de los israelitas, viendo luego un sinnúmero de sucesos que transformaron sus corazones, y la imagen de toda una ciudad.

 

Después de la restauración del muro, se hizo una remembranza de los hechos divinos. La ciudad entera confesó su pecado y su vida empezó a florecer.

 

Nehemías, no sólo reconstruyó un muro físico, sino uno espiritual, que dio la fortaleza necesaria a personas quebrantadas, pues renovaron su compromiso con Dios.

 

Cuando no reconocemos nuestras faltas, vamos en vía contraria a nuestra restauración, y aunque se trate de un pecado colectivo, debemos hacernos partícipes de la responsabilidad, e interceder en oración.

 

 En el momento en que sabemos del deterioro de nuestra familia, de la sociedad y del mundo entero, cuando a nuestros oídos llegan noticias de caos, nos vemos movidas a reconocer nuestro pecado y a clamar por perdón.

 

Proverbios 28: 13 dice: “El que encubre sus pecados, no prosperará; más el que confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.

 

Si confesamos nuestros pecados, seremos restauradas, y veremos obrar el poder de Dios y Sus atributos sobre nuestras vidas: fidelidad, justicia, perdón. Él cumple sus promesas.

 

A pesar de los repetidos pecados de la nación israelita, si revisamos su historia, veremos una misericordia y fidelidad divina continua. Ellos no podían dudar de su fidelidad, como nosotras tampoco podemos hacerlo. Dios es fiel, aunque fallemos; pero lo que anhela es restaurarnos y limpiarnos de toda maldad. 

 

Te exhorto a que, de tiempo en tiempo, revises tu historia en oración, que veas que, a pesar de fracasos parecidos a los de los israelitas, Dios ha permanecido fiel junto a ti. Pide que el Espíritu Santo te lleve al arrepentimiento genuino, pues Su perdón es posible por medio de Cristo.

 

Padre Celestial, te damos gracias por las veces que nos has mostrado gracia, misericordia y perdón de pecados, para ser restauradas y poder estar junto a Ti. En el nombre de Jesús, amén.

 

En las manos del Rey,

Nelva de Quezada

Panamá

 

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