Piezas Rotas

 

Antes de nuestro enlace, recibimos como regalo de bodas un juego de tazas de té china. Desafortunadamente, se destrozó en el correo. La tienda no me permitió devolverlo, así que hice un marco de mosaico de las piezas para guardar una copia de nuestra invitación de boda.  La he visto muchas veces a lo largo de los años y me maravillo de cómo Dios ha usado a dos personas rotas para hacer una familia. Me ha sorprendido como Él ha entretejido intrincadamente años de circunstancias, personas y experiencias para ayudarnos a crecer en nuestra fe. Las piezas aún están ásperas en los bordes, y  en ocasiones nosotros también- pero el vínculo se ha mantenido. Los pedazos rotos han demostrado ser útiles, incluso hermosos.

Veamos las Escrituras de hoy desde el punto de vista de Mefi-boset. Había tenido un pasado difícil. Este incluía cosas obvias que las personas podrían ver (como sus piernas lisiadas a causa de un accidente en su niñez) y cosas más oscuras  que quizás las personas no sabían (como la huída de su nodriza con él por miedo cuando su familia murió) Él inició su vida en la familia real pero después se describe como un “perro muerto” (2 Samuel 9:8), un desagradable insulto Judio.

Cuando recibió una citación inesperada del rey David, Mefi-boset debió haber sentido una abrumadora mezcla de emociones. Era el remanente de una dinastía derrotada y habría esperado la muerte. También era un lisiado marginado, y hubiera esperado ser humillado.

En cambio, fue recibido con bondad.  Esto merece más explicación, pero la traducción de la palabra bondad en 2 de Samuel 9:7 es de la palabra hebrea hesed.  Hesed es más que un gesto amable o un sentimiento cálido. Es un amor inquebrantable marcado por la acción, una manera de honrar un pacto entre dos partes. El rey David dio la bienvenida a Mefi-boset con gracia y dignidad poco habitual.

Amigas, nosotras somos Mefi-boset. Como creyentes, esta es nuestra historia también.

Todas estamos dañadas y lisiadas a nuestra manera. Llevamos nuestras historias, nuestras cicatrices, nuestra vergüenza.

Dios envió a Jesús a redimir este mundo en pedazos. Cuando encontraste tu camino a los pies de la cruz y clamaste a Jesús, fuiste recibida con bondad amorosa, hesed. A través de Jesús, se nos muestra gracia, se nos concede un favor inmerecido, y se nos da la bienvenida con amor como herederas del Rey.  Se nos promete un lugar eterno en la mesa de Dios.

 

Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, (Romanos 8:1).

Deja a un lado la vergüenza. Estás rota porque eres humana, pero tu quebrantamiento no te hace indigna de amor, intocable, o inutilizable para Dios. Todas somos indignas y necesitamos un Salvador.

Sara

 

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