Por la gran misericordia de Dios
¡PERO DIOS! En el libro de Efesios 2:4, Pablo nos dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Éramos hijos de ira. No teníamos esperanzas. PERO DIOS “siendo rico en misericordia”. PERO DIOS por “su gran amor con que nos amó”. PERO DIOS “aunque estábamos muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:5).
No teníamos esperanza. Estábamos espiritualmente muertos, merecíamos la ira y la separación eterna de Dios. Y sin embargo, y en contra de toda razón y entendimiento humano, Dios abrió un camino de regreso para llevarnos a Él. Dios se acercó a nosotros y no sólo nos reconcilió consigo mismo a través de Jesucristo, sino que “nos resucitó juntamente con él y nos hizo sentar juntamente con él en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6). Es decir, nuestro lugar eterno está con Él. Estábamos destinados a la ira eterna y ahora estamos destinados a la intimidad eterna y la comunión con Dios mismo. ¡Esto es alucinante! ¡Por gracia somos salvos!
Dando gracia cuando parece imposible
Acepté a Jesús como mi Señor y Salvador a los 13 años. No fue hasta los 30 que entendí la gracia de Dios hacia mí. Por supuesto, entendí el concepto de Su gracia y supe que la estaba experimentando como Su hija ya redimida. Pero, cuando perdoné cara a cara a mi abusador sexual de la infancia, fue ahí cuando el conocimiento de la gracia de Dios realmente me inundó.
Aunque hacía mucho que había perdonado a mi abusador, Dios, de la nada, comenzó a mover mi corazón para extender la gracia y la misericordia de Jesucristo hacia esa persona. No tenía idea de cómo empezar, pero Dios abrió un camino poco a poco. Pude conseguir su número de teléfono y le prometí al Señor que lo llamaría. Una semana después, estaba dando los últimos toques a una casa de acogida que había redecorado y Dios me dijo: “¡Llama ahora!”.
Estaba aterrorizada, pero obedecí. Mientras estaba sola en el hogar de acogida que Dios me había ayudado a transformar de un lugar en ruinas a un bello hogar, llamé a quien me había arruinado mi corazón. Aceptó reunirse conmigo al día siguiente. De nuevo me sentí aterrorizada. No sabía cómo respondería. ¿Qué pasaría si él negara el abuso o incluso tratara de culparme por ello? Muchos miedos y angustia comenzaron a salir a la superficie, PERO DIOS siguió impulsándome a seguir adelante.
Gracia inmerecida
Cristo nos buscó “aunque estábamos muertos en nuestras transgresiones” (Efesios 2:5). Cristo me estaba invitando a buscar a mi abusador mientras él estaba muerto en su pecado. Tan pronto como lo vi, me llené de una compasión que sólo puede venir del Espíritu Santo. Lo abracé y le dije: “Tu pecado es diferente al mío, pero ambos somos pecadores ante Dios. Te perdono. Dios quiere que estés libre de culpa y vergüenza. Él te ama y quiere que experimentes la gracia y la misericordia de Jesús”. Entre lágrimas, dijo: “No lo merezco”.
Nadie lo merece! Ninguno de nosotros merece la gracia y la misericordia de Dios. Ninguno de nosotros merece la bondad de Dios. Ninguno de nosotros merece ser reconciliado con Dios a través de Jesucristo. ¡PERO DIOS! Estábamos muertos a causa de nuestro propio pecado. ¡PERO DIOS! Nos buscó. Hizo un camino. Él asumió nuestra culpa y nuestra vergüenza. Él nos hizo “vivos juntamente con Cristo” (Efesios 2:5).
Gracia vivida
Y no se detuvo ahí. Él “nos resucitó juntamente con él y nos hizo sentar juntamente con él en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6). Somos sus hijos. Somos “Su obra creativa” y Él tiene “buenas obras” para que hagamos (Efesios 2:10).
¿Captaste eso? Dios tiene “buenas obras” para que las hagamos. Tenemos el incomprensible privilegio de asociarnos con nuestro Padre Celestial. Cuando entregamos nuestra voluntad a la suya, comenzamos a vivir la vida con una perspectiva eterna. Esta es la más grande aventura de la vida. Llegamos a descubrir lo que Dios ya preparó para que hiciéramos. ¡Qué alegría y alivio!
Siempre soñé que algún día sería madre, sin embargo clínicamente no puedo tener hijos. Hubo tantas cosas, desde síndrome de ovario poliquístico hasta un factor de coagulación sanguínea y dos abortos espontáneos, todo esto llevo a todos los médicos a decirme que simplemente tener hijos era imposible para mi. Finalmente renuncié a mi deseo de ser madre y confié en los planes que Él tenía para mi vida. ¡PERO DIOS! Abrió camino donde no lo había. Milagrosamente Dios terminó dándome 5 hijos, de mi propio cuerpo, y sin ningún tipo de asistencia médica.
La historia de la gracia de Dios
Nuestro hijo mayor pronto se graduará de la universidad y está en el umbral de la vida preguntándose qué debería hacer. Tengo esperanzas y sueños para él. Podría impartir sabiduría y consejos sólidos, pero, ¿qué es lo más importante que puedo compartir con él? Es la historia de la gracia de Dios. Podemos compartir con nuestros hijos el viaje que el Señor nos ha llevado; el gozo que tenemos de ser sus hijos; y los milagros que ha hecho.
Dios tiene planes para nosotros y para nuestros hijos para hacer “buenas obras”. No limitemos a Dios ni a nuestros hijos. Demostremosles con nuestros propios ejemplos cómo asociarse con Dios en cada área de la vida. Animémoslos a que la mayor aventura en la vida es descubrir los propósitos de Dios para sus vidas. Enseñémosles a estar preparados para decir “Sí” cuando Dios diga “Ve”. Y recordémosles continuamente que aunque las circunstancias en la vida parezcan imposibles, PERO DIOS hace todas las cosas posibles.
Melinda Choi
———————————————-
¡Únete a nosotras mientras estudiamos la Palabra de Dios usando el estudio Maternidad llena de gracia!
¡Ordena tu guía hoy via Amazon o en nuestra tienda para mexico y únete a nuestra comunidadADG !