Permaneciendo Firmes

 

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:11-12

 

El pasaje de hoy parece familiar, ¿no es así? Esto es porque esta es la cuarta vez que Nehemias menciona al pueblo de Dios casándose con extranjeros. El problema no era que los extranjeros no fueran bienvenidos en la nación del pueblo de Dios,  sino que estas esposas extranjeras estaban llevando a los judios a apartarse de Dios y animándoles a adorar otros dioses.

 

Nehemias ya había hablado al pueblo acerca de esto, mostrándoles a ellos adonde su idolatría los llevaría.  Pero este era un pecado que era penetrante y recurrente.  Necesitaba ser continuamente abordado, y la intensidad de Nehemias era justificada.

 

Esta vez, el nieto del sumo sacerdote (la persona quien entraba al Lugar Santísimo, donde la presencia misma de Dios habitaba) se casó con la hija de Sanbalat.  Así es, el líder espiritual del pueblo de Dios no se opuso ni impidió que su nieto se casara con la hija del enemigo número uno de los judios, el mismo hombre que había tratado una y otra vez de parar la reconstrucción de los muros de Jerusalén y desacreditar a Nehemías. No me asombra el porque Nehemias reprendió al pueblo con tanta dureza.

 

Es fácil ver estos acontecimientos y creer que nunca nos ocurrirán a nosotras. El pecado se arrastra lentamente. Nuestro enemigo es astuto, como Sanbalat, tratando continuamente de infiltrarse en nuestros corazones y vidas hasta que encuentra lo que nos hace tropezar una y otra vez. Debemos ser como Nehemías, responder rápidamente y hacer las cosas bien cuando nos damos cuenta de nuestro pecado o del pecado de otras en el cuerpo de Cristo.

 

No estamos solas en nuestra lucha en contra del enemigo y del pecado. Dios nos ha dado Su Palabra y a Su pueblo para ayudarnos a permanecer fieles a Él.  Debemos prepararnos y permanecer firmes, recordando cada día que estamos viviendo una batalla y que debemos  estar preparados para pelear.  Debemos tomar nuestros pecados seriamente y preguntarle a Dios que nos ayude a vencerlos. Él nos ayudará.

 

E incluso cuando fallamos, tenemos un Dios amoroso, clemente y compasivo, lento para la ira,  quien ya se ha ocupado de nuestros pecados enviando a Su Hijo a morir en nuestro lugar. Aunque lucharemos contra el pecado mientras vivamos en esta tierra, podemos descansar en el hecho de que la batalla ya está ganada en Cristo y que en el cielo finalmente seremos perfeccionadas.

 

Melissa

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