Permanecer en Cristo

 

Nos sentamos en una habitación en el sótano de la iglesia que solía ser utilizada por un grupo de jóvenes de secundaria. Aunque había asistido a varios estudios de mujeres en la iglesia, este fue el primero que mi esposo y yo elegimos hacer juntos. No podría decir el nombre del estudio, ni siquiera la razón por la que fuimos, pero sí recuerdo que era la primera vez que asistía a un estudio bíblico donde memorizar las Escrituras era una práctica a la que no solo se nos alentaba, sino también se nos exigía, teniendo un examen por semana.  Sentada en muebles incómodos en una habitación de adultos que apenas conocía, me sentía fuera de mi zona de confort. A diferencia de muchas de las personas en esa sala, no crecí en la iglesia, así que simplemente encontrar el capítulo y el versículo correctos en mi Biblia era un logro. Memorizar las Escrituras fue (y sigue siendo) un desafío.

 

La lectura de hoy fue el pasaje de las Escrituras que memorizamos, y sigue siendo uno de los pocos versículos de la Biblia que puedo decir con bastante rapidez. Aunque no fue fácil y cometí muchos errores en el camino, tomarme el tiempo cada semana para profundizar en un pasaje específico de las Escrituras me ayudó a llevar las palabras de la página a mi corazón.

 

“Yo soy la vid; vosotros, los pámpanos. El que permanece en mí y yo en él lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” –Juan 15:5

 

La primera frase del versículo 5 nos recuerda nuestra relación con Cristo. En un mundo al que le gusta decirnos que podemos hacerlo todo, que somos suficientes y que debemos ser mujeres independientes, puede ser fácil olvidar nuestra verdadera posición. Jesús no nos dice que somos la vid. No, Él es la vid y nosotras los pámpanos. Eso significa que todo lo que somos, todo lo que hacemos, es un desbordamiento del sustento y la vida que viene de Dios.

 

Una rama cortada de la vid se secará y morirá. Nunca podrá dar fruto por sí sola. Necesita la conexión con la fuente de vida que creará el ambiente para que crezca la fruta. La oración es nuestra conexión con Jesús; es cómo nosotras, las ramas, nos mantenemos conectadas a la vid.

 

La siguiente parte de nuestra lectura nos dice qué sucede cuando mantenemos y no mantenemos esa conexión. Cuando permanecemos conectadas con Cristo:

 

  • Damos mucho fruto
  • Nuestras oraciones son respondidas
  • Dios es honrado
  • Mostramos que somos discípulos de Jesús
  • Podemos realizar la obra que Dios nos ha dado

 

Cuando no permanecemos con Cristo, cuando tratamos de hacer esta vida por nuestra cuenta, el versículo 6 nos compara con ramas secas que son echadas al fuego. No solo estamos desconectadas de Dios, sino que ya no somos un beneficio para quienes nos rodean.

 

La oración es un hermoso don que nos da a nosotras, los sarmientos, un camino para permanecer con Jesús, la vid. A través de nuestras oraciones y comunión con Jesús, aprendemos a vivir, a amar y llegar a ser más como Él, cada día. A medida que nuestros corazones se entrelazan estrechamente con el de Él, todo lo que soñamos y esperamos lograr comienza a alinearse con la voluntad de Dios para nuestras vidas y Su reino. Cuanto más cerca permanezcamos de Cristo, más como Él seremos, y más Su amor se derramará sobre aquellos que Dios ha puesto en nuestras vidas.

 

Permanece en Jesús. Permanece cerca de Él y recibe el alimento vivificante que nunca se acaba. Permite que Dios, el labrador, elimine cualquier cosa que te impida crecer y dar fruto para Su reino, incluso las cosas buenas, pero que deben desaparecer para dejar espacio para algo grandioso. Separadas de Cristo nada podemos hacer, pero con Dios todo es posible (Mateo 19:26).

 

Crystal

Estudio Bíblico Relacionado

Recibe nuestras actualizaciones

Recientes