Ser conocida y amada por la gente es vital en este mundo. Pero, orar por ellas o estar en sus oraciones, eso es un indicio del Cielo.
¿Cómo ayudamos a nuestras amigas? Escribimos tarjetas, enviamos flores y cocinamos para ellas en momentos de necesidad. Les ayudamos a mudar muebles (claramente un acto de amor porque mudarse es brutal). Compartimos el coche o cuidamos niños. Escuchamos y aconsejamos.
Pero, la forma más poderosa en que estamos llamadas a apoyar a nuestras amigas es orar por ellas. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración e!caz del justo puede mucho.”
Mi círculo de amigas es algo así como una cebolla. La capa más externa es la más grande, pero solo conozco a aquellas personas de manera social o superficial. Cada capa más profunda refleja un grupo más pequeño de personas que conozco mejor. Y el círculo íntimo es mi grupo más estrecho de amigas, pequeño en número, protegido, profundamente conocido.
Lo interesante de orar por nuestras amigas es que podemos aplicarlo a cualquiera. Podemos orar por las amigas piadosas que anhelamos pero que aún no hemos encontrado. Podemos orar por nuestras conocidas en términos generales. Podemos orar por las amigas independientemente de si la relación es sólida o fracturada. Podemos orar por las amigas independientemente de las creencias políticas. Podemos orar con ellas o sin que ellas lo sepan. Podemos orar con nuestras amigas que son creyentes, y podemos (y debemos) orar por nuestras amigas que permanecen perdidas.
Me encuentro siendo muy ferviente al orar por mis amigas más queridas porque comparten sus vidas conmigo: los detalles buenos pero también los feos, las luchas, las preocupaciones. Me gusta poder orar en detalle por necesidades específicas.
Qué regalo, honor, privilegio y responsabilidad ser invitada a sus vidas, que te confíen sus secretos y que puedas elevarlos a Dios.
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.” (Gálatas 6:2).
“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados. Practicad con amor la hospitalidad los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, ponedlo al servicio de los demás entre vosotros mismos, como buenos administradores de la variada gracia de Dios.” (1 Pedro 4:8–10).
Sé un lugar seguro para las personas. Sé un buena administradora de sus secretos. Sé una caja de resonancia con sabios consejos. Pero, sobre todo, sé una creyente que ora apasionadamente por sus amigas. Hagamos temblar las puertas del Cielo orando una por la otra. Empiezo:
Querido Padre Celestial, elevo a todas las mujeres que leen esto ante Ti. Te pido que bendigas a la comunidad de Ama a Dios Grandemente para proporcionar amistades auténticas para estas mujeres, a pesar de cualquier barrera geográfica o lingüística que pueda existir. Te pido que crees corazones puros dentro de nosotras, guíes nuestra fe, nos des sabiduría, nos concedas discernimiento y nos protejas. Gracias por el don de la amistad; ayúdanos a poner nuestro amor en acción, a través de la oración. Amén.
Sara