Oraciones Permanentes

Todas las noches, antes de que nuestros dos hijos se vayan a dormir, pasamos un rato juntos en familia leyendo la Biblia, orando y cantando algunos himnos. Nuestro hijo menor, de casi tres años, suele pedir con entusiasmo orar después de su hermana mayor. Y, como a muchos niños pequeños, repite la oración de su hermana mayor lo mejor que puede antes de añadir sus propias reflexiones, que suelen abarcar lo que recuerda de su día.

 

Una oración típica podría consistir en agradecer a Dios por los amigos que vio en el parque, recordarle que no le gustaron las zanahorias de la cena o pedirle que le ayude a encontrar el camión monstruo de juguete que perdió esa tarde. Cuando no puede pensar en nada más, empieza a mirar alrededor de la sala y a agradecer a Dios por todo lo que ve: la lámpara, el sofá, las migas de la merienda en el suelo, sus calcetines desparejados… ya se hacen una idea.

 

Mi hijo ora por lo que sabe; ora por lo que ha experimentado a diario. Lo que vivió ese día —lo que oyó, vio y vivió— se refleja en sus oraciones.

 

 

Oraciones Permanentes vs. Oraciones Egoístas

 

Cuando me detengo a reflexionar sobre mis propias oraciones, veo un patrón similar. Durante los momentos en que me dedico constantemente a las Escrituras y medito a diario en la palabra de Dios, mis oraciones reflejan esto. Puedo repasar mi diario de oración y ver cómo mis pensamientos, deseos, esperanzas y sueños se alinearon con los que vi de Jesús en las Escrituras.

 

Y Dios concedió mis peticiones, como una mayor paciencia con mi familia, crecer en sabiduría y discernimiento de la voluntad del Señor, o la valentía para compartir el evangelio con mayor valentía con mis amigos y vecinos. El fruto que pedí en esos momentos fue el fruto que Jesús mismo cultivó durante su vida terrenal, el fruto que enseñó y animó a sus discípulos a buscar.

 

Aunque Dios no promete responder todas mis oraciones exactamente como quiero, descubrí que estaba orando según la voluntad de Dios, tal como se presenta en las Escrituras.

 

Pero también ha habido temporadas en las que no he estado conectado con la Vid. He tenido temporadas en las que, por alguna razón, no dedicaba tiempo a buscar la palabra de Dios ni a meditar en la vida y las enseñanzas de Jesús. Mis oraciones reflejaban esa pérdida de conexión y, en cambio, reflejaban los mensajes mundanos en los que me encontraba. Eran oraciones a medias, predefinidas, que pronunciaba desde mis propios deseos: deseos de tener éxito en mi trabajo, respuestas para lo que sucedería en el futuro, o incluso que Dios produjera fruto espiritual en otros para que me trataran mejor.

 

Estas oraciones no surgían de un deseo de glorificar a Dios, sino de encontrar descanso en mi propio éxito, seguridad o consuelo. Y estas no son las oraciones que el Señor respondió. Como seguidor de Cristo, mi trabajo como pámpano, como escribe Juan, es producir fruto de Cristo.

 

El Padre no producirá en nosotros fruto que no refleje a su Hijo. Más bien, en estos tiempos de desconexión, cuando elegimos aferrarnos a las palabras del mundo que nos rodea y permitimos que esas palabras habiten en nosotros, permaneceremos infructuosos. Pediremos y no recibiremos, porque no estamos destinados a producir nada más que el fruto de Cristo.

 

 

Un Estilo de Vida de Permanencia

 

Sin embargo, esta infructuosidad no debería llevarnos a la desesperación. Debería guiarnos de nuevo a la Vid, listos para buscar el fruto que Jesús nos ha dado. Debería llevarnos a apagar el ruido del mundo y buscar las palabras de Jesús, llenando nuestros días con la búsqueda desesperada que el salmista describe en el Salmo 119:15-16. El salmista escribe: «Meditaré en tus preceptos y me concentraré en tu conducta. Me deleito en tus estatutos; no olvido tus instrucciones».

 

Cuando permanecemos con Jesús, nuestras oraciones comenzarán a ser un reflejo de su voluntad para nuestras vidas. Al igual que las oraciones de mi hijo, mis propias oraciones reflejan con qué lleno mi día. Cuando nos llenamos de Sus palabras y enseñanzas, y meditamos en la vida de Jesús, desearemos y buscaremos la voluntad del Señor. A su vez, Dios responde a nuestras oraciones y daremos el fruto que glorifica al Padre.

 

Hay muchas maneras de invitar a la palabra de Cristo a morar en nosotras. Podemos llenar nuestros días con cánticos bíblicos, meditar en su Palabra a diario, memorizar las palabras de Jesús, estudiar su vida y enseñanzas con otros creyentes o compartir lo que aprendemos con quienes nos rodean.

 

Mi oración por nosotras, hermanas, es la misma que la que oré por mi hijo: que aprendamos a no repetir las oraciones de lo que nos rodea, sino sólo la oración de Jesús. Oro para que la oración que Cristo enseñó en Mateo 6:5-13 more en nosotras a diario y que anhelemos sinceramente que la voluntad de Dios se haga en nuestras vidas.

 

Andrea Lopez

 

 

Semana 3 – Desafío

Juan 15:5-6 son versículos excelentes para memorizar y recordar lo que significa permanecer en Cristo. Dedica esta semana a memorizar estos dos versículos. Encuentra maneras creativas de aprender los versículos, como escribirlos en tu espejo, tener notas adhesivas con los versículos en la casa o hacer un juego para memorizarlos.

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Semana 3 – Plan de Lectura 

 

 

Semana 3 – Versículo a Memorizar 

 

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