Nehemías pasó cuatro meses en oración. Buscando el consuelo de Dios en el dolor y la tristeza. Pidiendo el perdón y la misericordia de Dios para su pueblo. Recordando la fidelidad de Dios y las promesas que había hecho. Pasó cuatro meses en oración contemplativa, pero en los momentos previos a presentar una petición a un rey que no servía al Dios de Nehemías, volvió a orar. Y Dios respondió con una increíble muestra de Su fidelidad y favor hacia Nehemías.
Me encanta el ejemplo de oración natural de Nehemías. El demostró ser un hombre de Dios que no se limitaba a orar durante sus “tiempos de silencio” diarios o justo antes de dormirse por la noche, sino que ejemplificaba el mandato de Pablo a los creyentes de orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). Nehemías nos muestra la intimidad de su relación con Dios a través de este momento de oración.
Una vez oí a un pastor preguntar a sus feligreses cómo sería la relación con su cónyuge si sólo habláramos con él una o dos veces al día. Quizá una vez por la mañana o por la noche. ¿Y si no compartiéramos con ellos breves momentos de conversación a lo largo del día, sino que les contáramos cómo nos ha ido el día y qué necesitamos de ellos? Yo no estaba casada en aquel momento, pero era fácil ver lo difícil que podría resultar.
Cuando oramos continuamente a nuestro Dios, experimentamos una profundidad en nuestra relación con Él que de otra manera no podríamos. No sólo eso, como Nehemías, cuando nos tomamos un momento para orar antes de hablar, antes de entrar en una habitación, cuando nos ponemos ansiosos en medio de una conversación, experimentamos el favor de Dios. Dios, a través del poder del Espíritu Santo que nos da sabiduría y palabras para hablar. Él ablanda los corazones de los que nos rodean. Nos da el valor y la audacia que necesitamos. Él trae paz y calma a nuestros corazones ansiosos.
Dios desea que estemos en comunión con Él diaria y constante, que nos apoyemos en Él en todo momento. Amigas, Dios es un Dios accesible. Nehemías lo sabía. No necesitaba una habitación privada, ni rituales. Sabía que Dios escucharía su oración y confiaba en que Él proveería para sus necesidades en ese momento. Lo mismo puede decirse de nosotras hoy.
Cuando pasamos tiempo con Él, tanto en oración contemplativa como en oración espontánea, mejoramos la cercanía y la intimidad de nuestra relación con Dios. Y cuanto más lleno está mi día de ambos tipos de oración, más puedo estar segura de que “la buena mano de mi Dios [está] sobre mí” (Nehemías 1:8).
Cristin