Nuestro Sacrificio Perfecto y Sumo Sacerdote.

¿Cuál es el sacrificio más significativo que hayas hecho?

Habitualmente, cuando damos sacrificialmente a alguien, o a alguna causa, damos de lo que nos sobra.

Sacrificamos un poco de nuestro tiempo extra.

Damos con sacrificio de nuestros ahorros.

Sacrificaríamos hasta nuestras relaciones o nuestra paz por un corto período de tiempo.

Incluso, después de hacer un sacrificio, esperamos algún tipo de recompensa o beneficio.

El alcance de nuestro sacrificio revela nuestro nivel de compromiso. Cuanto más estamos dispuestas a sacrificar expone cuánto significa para nosotras el receptor de ese sacrificio.

Dios sacrificó lo más valioso que tenía por aquellos a los que ama, sin expectativas ni garantía de que nosotras pudiéramos devolverlo en alguna manera.

Jesucristo es la más alta demostración del compromiso total de Dios para amarnos.

A pesar de la constante traición y rechazo a Dios por parte de la humanidad, Dios nos ama. A pesar de nuestra incapacidad de comprometernos completa y fielmente a Dios, Él nos ama. Nos amó entonces y aún nos ama.

Podemos estar absolutamente seguras del compromiso de Dios con Su pueblo al considerar Su sacrificio por nosotras: Jesucristo. Jesús es el sacrificio definitivo y perfecto.

Antes de Jesús, los sacerdotes del Antiguo Testamento debían aceptar la sangre de un animal inocente y sin mancha para pagar la culpa de los pecados del pueblo (Levítico 22:17-25). Dios demandaba el derramamiento de sangre para recordar al pueblo que cualquier pecado merecía la muerte (Romanos 6:23). Dicho animal tomaba, temporalmente, el lugar del pecador que merecía la muerte. El sacrificio de sangre quitaba simbólicamente el pecado, y Dios perdonaba al pecador por ese pecado específico (Hebreos 9:22).

Trata de imaginar esa escena en tu propia vida.

Con cada mentira, cada mal pensamiento, cada acto de enojo, orgullo, celos, tienes que dejar lo que estás haciendo. Tienes que seleccionar uno de tus animales que sea inocente, perfecto y sin mancha. Tienes que caminar hacia el sacerdote en el tabernáculo para que el animal sea sacrificado y así ser perdonada.

Y así, todas y cada una de las veces.

Imagina toda la sangre que debería derramarse a tu favor en un día, una semana, tu vida entera. Tanta sangre inocente.

Por Su gran amor por nosotras, Dios proveyó el sacrificio perfecto. Jesucristo, nuestro Cordero inocente y perfecto, fue el sacrificio final. El único sacrificio capaz de expiar nuestro pecado. No más bueyes, cabras, o corderos son necesarios (Hebreos 10:14).

Aquellos que creen en Jesús han sido hechos santos a través del sacrificio de Jesús. Podemos ahora entrar directamente a la presencia de Dios con nuestra alabanza, adoración y peticiones. Esto es porque los creyentes han sido hechos aceptos a través de la sangre de Jesús. Jesús nos conecta con Dios.

Jesús es el supremo y perfecto Sumo Sacerdote.

Antes de Jesús, los sacerdotes del Antiguo Testamento eran Levitas que Dios designaba en la genealogía de Aarón y sus descendientes (Éxodo 28:1). Los sacerdotes eran los mediadores entre Dios y los israelitas. Algunas de sus responsabilidades eran ofrecer sacrificios por los pecados tanto individuales como colectivos (Éxodo 29: 38-42), enseñar al pueblo (Levítico 10:8-11), y bendecir al pueblo y orar por ellos (Números: 6:22-27).

Jesucristo es nuestro mayor ejemplo como Sumo Sacerdote.  Ya no como los sumos sacerdotes designados en la antigüedad, sino que Jesús es ahora el único mediador entre las personas y Dios (1 Timoteo 2:5). Sin Jesús no podemos llegar a Dios (Juan 6:44; 14:6). Jesús dió Su vida voluntariamente por nosotras, y ahora Él intercede por nosotras ante Dios (Hebreos 7:25) desde Su trono eterno en el cielo.

¿Qué significa esto para los que creen en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús?

Por el gran amor de Dios por nosotras y el sacrificio voluntario de Jesús, los creyentes son ahora parte de un sacerdocio santo (1 Pedro 2:5,9). Tenemos acceso directo a Dios en cualquier momento y por cualquier motivo.

Como sacerdotes de Dios, ¿cuáles son los sacrificios de los creyentes?

Una vez salvos, como parte del sacerdocio santo de Dios, los creyentes son llamados a servir a Dios con todo el corazón, mente y alma. Como creyentes, ofrecemos nuestras vidas como sacrificios vivos (Romanos 12:1-2).

A causa de nuestra unión con Jesucristo, somos aptos para actuar como sacerdotes y como sacrificio, tal cual Jesús.

Leemos, estudiamos y compartimos la Palabra de Dios. Bendecimos a las personas y oramos por ellas. Ofrecemos sacrificios de alabanza y adoración. Servimos sacrificialmente a la Iglesia con nuestros dones. Y más importante, llevamos a las personas a Jesucristo para que sean reconciliados con Dios para siempre.

¿Cómo te está llamando Dios a actuar como sacerdote en tu hogar, en tu vecindario, en tu iglesia, y en el mundo? ¿Cómo podemos orar por vos al ofrecer tu vida como un sacrificio vivo?

Paz y gracia,

Terria.

 

 

 

 

 

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