Nuestro Sacrificio Perfecto

 

 

Cada país del mundo tiene sus propias tradiciones sobre cuándo poner y quitar los adornos navideños. En nuestra casa, siempre hay más ayuda para poner los adornos que para quitarlos. Creo que esto se debe a que cuando los quitamos, todo necesita una buena limpieza, ¡y eso no es muy divertido!

 

Las lecturas de hoy tratan de la limpieza, la limpieza de nuestras vidas de las consecuencias del pecado con la sangre de Cristo. Hebreos 9:22 dice: “ Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

 

Si, como yo, no eres fanática de la sangre y amas a los animales, entonces el sacrificio de animales puede ser espantoso y feo. Y debería serlo. El sacrificio de animales es grave y costoso. El pecado lleva a la muerte. Dios le dijo a Moisés en Levítico 17:11, “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.”

 

 

Limpieza en el Día de la Expiación

En el Éxodo, mientras el pueblo vagaba por el desierto, Dios habitaba en el tabernáculo, en el centro mismo del campamento. Aunque la presencia de Dios estaba con el pueblo, los israelitas no podían acercarse a Su gloria debido a su pecado. Dios es perfectamente santo, puro e intachable; sin embargo, Su pueblo no lo es.

 

Para limpiar a Su pueblo, Dios dispuso un día, una vez al año, llamado el Día de la Expiación, o Yom Kippur. En este día, el pueblo se reunía y una persona -el Sumo Sacerdote- entraba en el área detrás de la gran y pesada cortina llamada Lugar Santísimo. Este lugar albergaba la presencia de Dios en el tabernáculo y, más tarde, en el templo.

 

Levítico 16 destaca todos los requisitos para que el Sumo Sacerdote completara la expiación anual para sí mismo y para el pueblo de Israel. El Sumo Sacerdote hacía una nube con incienso, para no ver a Dios, y rociaba sangre alrededor del templo. Había reglas sobre lo que debía vestir y los sacrificios que debía ofrecer por su pecado antes de poder ofrecer un sacrificio por todo el pueblo. Esto nos recuerda que Dios es puro y santo.

 

El sacerdote tenía que escoger dos machos cabríos: uno para ofrecerlo como ofrenda por el pecado y el otro para que lo soltaran. A este chivo expiatorio se le colocaban simbólicamente los pecados del pueblo y se le soltaba en el desierto. Era un recordatorio visual de la eliminación del pecado de toda la comunidad. Los pecados que conocían y los que ignoraban, todos cubiertos por Dios.

 

Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová.” (Levítico 16:30) 

 

Dios no solo es santo. También ama a Su pueblo.

 

Si bien había sacrificios diarios, este sacrificio anual fue proporcionado amorosamente por Dios para que toda la comunidad conociera Su perdón. Dios quería que Su pueblo supiera que había sido perdonado y que, como resultado, viviera de forma diferente: que fuera el pueblo que Él le había llamado a ser. Dios siempre ha deseado una relación con Su pueblo.

 

 

El Sacrificio Completo de Jesús

El Día de la Expiación era tan grandioso como limitado. Tenía que ocurrir anualmente, ya que los pecados del pueblo continuaban día tras día y año tras año. Los sacrificios permitían al pueblo acercarse a Dios, pero este acercamiento era incompleto. Solo una persona, una vez al año, podía entrar en la presencia de Dios, pero también tenía que ofrecer un sacrificio para acercarse a Dios. Quedaba un vacío.

 

Como afirma Hebreos 10:1, “la ley tiene sombra de los bienes venideros” y es incapaz de “perfeccionar a los que vienen a adorar”. Los sacrificios apuntaban a algo mucho más grande: nuestro sacrificio perfecto.

 

Jesús es a la vez nuestro gran Sumo Sacerdote y nuestro sacrificio perfecto. Jesús no tuvo que ofrecer sacrificios por Su propio pecado, porque estaba libre de pecado, pero eligió ofrecerse a Sí mismo en nuestro nombre. Somos limpias por la sangre de Jesús. ¡Qué asombrosa misericordia y amor!

 

A través del sacrificio de Jesús y nuestra confesión de fe en Él, somos habitadas por el Espíritu Santo. Ya no tenemos que acercarnos a Dios a través de un sacrificio o sacerdote. Más bien, podemos entrar en la presencia de Dios en cualquier momento y en cualquier lugar.

 

Es el deseo de Dios que, a través de Jesús, seamos restauradas en una relación correcta con Él. Tómate un momento para reflexionar sobre Jesús sentado (Hebreos 1:3)  Su obra está terminada. Nuestra deuda está totalmente saldada. Podemos descansar en esta verdad.

 

 

Perdón Verdadero y Duradero

El perdón de Dios nos transforma, y somos libres para vivir de otra manera. Aunque todavía tenemos que acudir regularmente a Jesús para pedirle perdón, ya que todavía no somos perfectas, podemos estar seguras de Su perdón. A través del sacrificio perfecto de Jesús, podemos vivir en una relación con nuestro Dios amoroso ahora, ¡que es sólo una sombra de cómo viviremos con Él en la eternidad! También podemos mostrar el amor y el perdón de Dios a los demás.

 

Si hay algún pecado en tu vida, no permitas que cause una brecha en tu relación con Dios. Pídele perdón y recíbelo. Confía en que el sacrificio perfecto de Cristo es suficiente para cubrir tu pecado. Permítete ser purificada.

 

Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió..” Hebreos 10:22-23

 

 

– Julie

 

 

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