No Temas

 

Toda mi vida he lidiado con el temor. 

 

Y no estoy exagerando.

 

Crecí en un hogar con un padre alcohólico. Nunca sabía en qué estado él llegaría a casa ni cómo mi mamá y yo lidiaríamos con ello. Amaba a mi padre, pero me daba temor la persona en la que él se convertía bajo la influencia del alcohol. 

 

Ya en mi adolescencia, entendí el amor y la gracia de Dios con más profundidad, así como la necesidad de arrepentimiento. Confié en Jesús como mi Salvador. Pero también sentí mucha carga por el alma de mi padre. Tenía mucho miedo de que él muriera sin haber conocido a Cristo. 

 

Es verdad que sentimos una gran preocupación por nuestros seres queridos que no conocen al Señor.  Esta preocupación nos empuja a orar y a compartir el evangelio de cualquier forma posible. 

 

Aunque oré fervientemente por mi padre, no dejaba de sentir temor cuando él no contestaba el teléfono o no llegaba a casa. Sólo podía imaginar los peores escenarios. No dormía, estaba tan temerosa, en fin, no tenía paz.                            

 

El matrimonio de mis padres eventualmente llegó a su fin. En el mismo año, yo tenía 19 años, mi madre fue diagnosticada con cáncer en una etapa terminal, y cuatro semanas después, ella falleció. Gracias al Señor, ella había recibido a Cristo como su Salvador cuando enfermó. La vi enfrentar la enfermedad y la muerte sin temor gracias a la presencia de Jesús en su vida, a la seguridad de la vida eterna, y la esperanza celestial que resplandeció en los días más complicados. 

 

Aún con esta seguridad, había algo más que me hacía sentir ansiosa y temerosa. El dolor, la angustia y el duelo causados por esta gran pérdida me hicieron pensar que podría ocurrir otra vez con algún otro ser querido. 

 

Leí montones de libros acerca de este tema y escuché tantos sermones que decían que lo opuesto del temor, es la fe. Escuchar esos mensajes y observar la forma en la que estaba viviendo me hicieron sentir culpable por tener una fe débil. Luché tanto, pensando si no tenía suficiente fe, o si no estaba confiando en Dios, ya que me la pasaba constantemente preocupada y distraída con el miedo de los “y sí”. 

 

La buena noticia es que, al igual que tú, querida amiga, estoy en un viaje de fe. Practico el poner cautivo cada pensamiento y descubro cada día más y más quién es Dios. Estoy aprendiendo que las promesas descritas en Su Palabra son fieles, confiables y preciosas, y qué tan comprometido Él está en trabajar en nosotras, en enseñarnos a confiar y transformarnos con Su Espíritu a la semejanza de Jesús. 

 

Quizás tú luchas con temores distintos a los míos. Quizás sea la ansiedad que te provoca un ser querido, la pérdida de un trabajo, relación o duelo. ¿Temes estar gravemente enferma, estar a las puertas de la muerte o quizá temes a lo que la gente piense de ti? ¿Te da miedo el rechazo, las presiones económicas, o hasta te atemorizan los ratones, las arañas, las alturas, o volar? 

 

Sea lo que sea, tenemos al Padre Celestial que nos conoce y entiende nuestras debilidades y batallas. Él es misericordioso, bueno, compasivo, paciente y tierno. Su Palabra está llena de sabiduría, consolación e instrucción para que podamos saber qué podemos hacer cuando enfrentemos una batalla o estemos abrumadas por el temor. 

 

La Palabra de Dios es rica en gracia, consejo y guía- que nos alienta a ser valientes, a no temer, a estar firmes, a ser fuertes, a tener coraje y no ceder ante la ansiedad. Así que, elijamos llenar nuestras mentes con la verdad, fijar nuestra mirada en Jesús y dejar que Él nos equipe para lo que sea que hemos de enfrentar. 

 

Escucha atentamente lo que Su Palabra dice a nuestros corazones hoy – 

 

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes,

 porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;

 siempre te ayudaré, siempre te sustentaré 

con la diestra de mi justicia.”

– Isaías 41:10

 

No hay por qué temer, el Omnipotente, Soberano y Poderoso Dios está por nosotras y es Emmanuel, Dios con nosotras. Ha prometido nunca dejarnos. No hay absolutamente nada que pueda separarnos de Su gran amor ni que pueda robarnos la esperanza que tenemos de vivir con Él para siempre. 

Amo este pasaje, no solo porque me recuerda quién es Dios, y que está con nosotras y es nuestro Dios, sino que también me asegura y garantiza Su ayuda y fuerza. Podemos estar seguras que seremos sostenidas por Él, que podemos asirnos de su diestra. En el Antiguo Testamento, esta expresión (su diestra) simbolizaba Su poder para salvar, proteger y liberar. Él no ha cambiado, y Sus promesas son las mismas para hoy día. 

 

Hay un montón de cosas terribles sucediendo a nuestro alrededor en este momento – guerras, terremotos, inundaciones, hambrunas – cosas que naturalmente nos causan temor, especialmente a aquellos que las viven en carne propia. 

 

¿A dónde iremos, sino a Dios y a Su Palabra para hallar fuerza y valor? Gracias a Jesus, tenemos un mensaje de esperanza para compartir. Él es el Príncipe de Paz y el Único que acompaña a su pueblo a través de la oscuridad, el terror, en medio de la tormenta y nos dice “¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo!” (Mateo 14:27).

 

Elegir no temer es un proceso continuo en nuestras vidas. Gracias a Dios, Él está comprometido a terminar la buena obra que inició en nosotras. No nos ha dado un espíritu de temor (2 Tim. 1:7), nos ha dado a Su Santo Espíritu como nuestro consejero, consolador y guía. Tenemos Su Palabra, Su Verdad inquebrantable y Sus grandes y preciosas promesas en la que podemos edificar nuestra vida.    

           

Así que podemos declarar junto con el salmista lo siguiente: 

 

“Dios es nuestro amparo y fortaleza,

Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, 

Y se traspasen los montes al corazón del mar…”

– Salmo 46:1-2

 

Cuán agradable es esta verdad para los millones de hermanos y hermanas alrededor del mundo que se hallan en persecución, que viven temiendo perder sus vidas, o ser encarcelados, aislados o separados de sus familias, castigados por el gobierno. Ellos diariamente eligen el costoso precio de vivir apartados para Jesús porque Él lo vale todo. El testimonio de su fe fortalece la mía. 

 

Y así como Dios está con ellos, está con nosotras, para fortalecernos y sostenernos, ayudándonos a confiar en Su verdad y a no temer.                                                                                                                               

Katie 

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