Maranata

 

    

Emoción. Anticipación. Expectativa. 

 

¡Oh, cómo recuerdo, cuando era niña, los sentimientos en la temporada decembrina, mientras contaba los días esperando que llegara la Navidad!                                                                       

 

Como adulta, confieso que he perdido gran parte de esa admiración y asombro infantil, mientras sigo esperando en diferentes estaciones de la vida.     

     

Como seguidora de Jesús, aprendo constantemente que el camino de la fe está lleno de esperas: esperar a que Dios hable, esperar a que las oraciones sean respondidas, esperar a que el Señor cumpla Sus propósitos y, finalmente, esperar el regreso de Cristo. 

 

La promesa de Jesús, que se encuentra en Apocalipsis 22:20, “Vengo pronto”, fue registrada hace más de dos mil años. Humanamente hablando, ¡es mucho tiempo para esperar!     

 

Ahora, amigas, creo en la promesa de Jesús, pero ¿puedo ser honesta y compartir con lo que he luchado? 

 

Es la palabra “pronto”.

                                                                                                             

Busqué la definición de la palabra en el diccionario inglés y encontré que significa “en o dentro de poco tiempo, próximamente, rápidamente”.

 

No se siente así.

 

Estoy aprendiendo que no he estado esperando bien. El sentido de la expectativa, la anticipación y la emoción se ha visto opacado por estar demasiado atrapada en este mundo que no es mi hogar, distraída por el ajetreo de hacer cosas buenas, adorar y servir, pero sin vivir con el anhelo, la urgencia y la disposición a la que me llama la Biblia mientras espero el regreso de Jesús. 

 

Tal vez no te identifiques con esto, ¡y eso es genial! Sigue siendo un faro de esperanza, tanto para los que todavía no conocen a Jesús como Salvador como para tus compañeras creyentes, que pueden haberse atado demasiado a la tierra: desanimadas, distraídas o abatidas en la espera. 

 

¿No es alentador cuando Dios nos dirige hacia Él mismo, hablando a través de eventos ordinarios? Recientemente, abordé un vuelo y mientras esperaba que el avión despegara, escuché las instrucciones del capitán: “Tripulación de cabina, prepárense para el despegue”.

 

Qué recordatorio tan simple pero tan poderoso. ¡Tenemos que estar preparados para el despegue! Jesús va a volver, se llevará a Su pueblo para estar con Él. Tenemos que estar preparadas.

 

Jesús viene. Él cumple Sus promesas. 

                                                                                       

Jesús aseguró a Sus discípulos que, aunque se iba, les iba a preparar un lugar en la casa de Su Padre. “Volveré y os llevaré conmigo” (Juan 14:4). En Apocalipsis 22, Jesús nos dice tres veces que va a venir, y podemos tomarle la palabra a nuestro fiel Salvador que cumple Sus promesas.

 

Jesús viene. Estaremos con Él para siempre.

 

¡Qué esperanza tenemos! Pablo escribe sobre esta garantía en 1 Tesalonicenses 4:17: “Y así estaremos siempre con el Señor”. Siempre. No más soledad, ni aislamiento, ni separación. Estaremos para siempre con Jesús y no habrá más enfermedad, sufrimiento, dolor, muerte o lágrimas. No habrá sueños rotos, ni esperanzas incumplidas, ni cáncer, ni depresión, ni más miedo.

 

Jesús viene. Seremos como Él.

 

¿No es increíble? Conocemos nuestras debilidades, nuestras fallas, nuestra lucha con nuestra vieja naturaleza pecaminosa y, sin embargo, la Palabra de Dios nos dice que vamos a ser como Jesús, nuestro Salvador hermoso, perfecto, santo y sin pecado. Es difícil de imaginar, pero deja que la verdad de estas palabras de 1 Juan 3:2 penetre: 

 

“Queridas amigas, ahora somos hijas de Dios, y lo que seremos aún no se ha revelado. Sabemos que cuando se revele seremos como Él, porque lo veremos tal como es.” 

 

¡No más pecado! Veremos a Jesús cara a cara, y seremos como Él.

 

Jesús viene. Pronto.

 

Pronto. Esta palabra trae consuelo y esperanza: durante las pruebas duras, oscuras y dolorosas, es vital aferrarse con confianza a la seguridad de que habrá un final para todo el sufrimiento porque Jesús ha prometido que vendrá pronto. No sabemos cuándo, pero podemos confiar en Su tiempo, porque sabemos que Dios nunca llega tarde. En la espera, Él está con nosotras a través de Su Espíritu, derramando Su gracia sustentadora, dando fuerza y paz a Su pueblo, prometiendo que la prueba no nos aplastará ni destruirá en última instancia, y que absolutamente nada podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor.

 

Pronto. Esta palabra conlleva un reto: tenemos que aprovechar todas las oportunidades que tengamos para compartir la esperanza del Evangelio con aquellos que aún no conocen a Jesús, y tenemos que hacerlo hoy. Dejemos que esta urgencia alimente nuestra pasión por alcanzar a los perdidos, en nuestras familias, lugares de trabajo y vecindarios. Pronto también nos impulsa a aprovechar al máximo el tiempo que tenemos ahora, conociendo a Aquel con quien pasaremos toda la eternidad, conociéndolo y amándolo más mientras estudiamos Su palabra y pasamos tiempo en oración, permitiendo que Su Espíritu continúe la buena obra de hacernos como Jesús, día a día.   

 

Jesús viene. ¿Cuál es nuestra respuesta?

 

Está ahí mismo en Apocalipsis 22:20: “Ven, Señor Jesús”.      

 

Los primeros cristianos en la iglesia del primer siglo, en los días después de que Jesús había vuelto al cielo, vivían con la expectativa de Su inminente regreso, ¡incluso entonces! Al experimentar la oposición y la persecución bajo el dominio romano y también de las autoridades judías, algunos historiadores registran que usaban la expresión aramea, Maranatha que significa “Ven, Señor” como una palabra clave secreta para animarse unos a otros con esperanza mientras vivían en tiempos difíciles.

 

Que nuestra oración, y el anhelo de nuestros corazones hoy, sea: Maranata.

  

Jesús: Aquel que ya vino como un bebé a Belén, que vivió y murió en la cruz para pagar la pena por todos nuestros pecados, que venció a la muerte y resucitó, que ascendió al cielo y vive para interceder por Su pueblo a la diestra del trono del Padre; Él es el que ha prometido a Sus fieles que vendrá de nuevo en victoria y hará nuevas todas las cosas. Él es nuestra esperanza.

 

“Sí, vengo pronto”. 

 

¡Amén! 

 

¡Ven, Señor Jesús!

 

 

 Katie

 

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