Las Promesas de Dios

 

Dios es soberano. Yo puedo entender esa verdad en mi mente, pero ponerla en práctica en mi vida es mucho más difícil. Sé que los caminos de Dios son más elevados que los míos,  pero cuando no puedo ver o entender Sus caminos y Sus decisiones, entonces es más difícil para mí aceptar y someterme a Su soberanía.

 

Entra al pasaje de hoy.

 

Honestamente, siempre he tenido una dificultad para entender la historia de Esaú y Jacob. Como madre de tres niñas, me ha incomodado leer cómo Issac favoreció a Esaú y Rebeca y favoreció a Jacob. Quiero ver a los dos niños amados por igual por ambos padres y sé que hay niños que han vivido la realidad de que uno de los padres favoreciera a un hermano sobre ellos y han sentido ese rechazo por el resto de su vida.

 

Irónicamente, Jacob no ha sido el único que ha luchado con Dios. Yo misma me he encontrado luchando con Él de vez en cuando al leer en las Escrituras los pasajes de hoy.

 

Yo me encuentro luchando con Dios porque no lo entiendo. Sé en mi mente que mi salvación no se basa en mis obras, sino que es un don gratuito. Pero cuando veo que Dios bendice a alguien que, a mi juicio, no lo merece, entonces yo cuestiono Su soberanía. Es en momentos como este cuando es más difícil vivir la teología que sé que es verdadera.  Sé que mi salvación no se basa en mis obras, mis buenas acciones o mi elección de vivir para Él. Pero mi entendimiento se encuentra con la realidad de la teología cuando veo a Dios bendiciendo a las personas y extendiendo promesas a las personas y familias que no creo que lo merezcan. ¿Por qué a ellos y no a otros que son más fieles? 

 

Y ahí es donde lucho. Ahí es donde me someto. Ahí es donde veo cuán pecaminoso es mi corazón y donde me arrepiento.

 

¿Quién soy yo para cuestionar por qué Dios bendice a una persona y no a la otra? ¿Creo yo saber más que Dios? No.

Y veo en la promesa que se extiende a Abraham, Issac y Jacob, la hermosa soberanía de Dios en exhibición.

Todos ellos eran imperfectos, como yo.

No merecían el favor de Dios, las bendiciones o las promesas del pacto de Dios.

Yo tampoco lo merezco. 

Y, sin embargo, Dios en Su bondad me llama Suya.

¡Qué increíble el Dios al que nosotras servimos!

 

Y por eso cuando leo:

 “Ahora, así dice el Señor, Creador tuyo, Jacob, y Formador tuyo, Israel: No temas, porque yo te redimi; te puse nombre, mío eres tú.”  – Isaías 43:1

 

Yo me alegro de la bondad de Dios.  Me regocijo en Su bondad por todas nosotras ya que no merecemos el amor, la protección y la bendición de ser hijas de Dios.

 

Ahora, cuando leo pasajes como nuestra lectura de hoy, me encuentro regocijándome en lugar de cuestionar. Gracias, Señor, porque tú eliges utilizarnos a pesar de ser imperfectas. Gracias Señor, por utilizar a personas imperfectas como nosotras para cumplir Tu plan perfecto.

 

Gracias por usar a las pecadoras, como yo, para formar parte de Tu plan de redención.

 

Ama a Dios Grandemente,

Angela

 

 

Estudio Bíblico Relacionado

Recibe nuestras actualizaciones

Recientes