La Vergüenza de la debilidad

Los israelitas estaban en problemas. Continuamente habían desobedecido a Dios y habían hecho lo malo ante los ojos del Señor. Dios entregó Israel al pueblo de Madián por siete años. Durante ese tiempo, los israelitas hicieron pequeñas guaridas en las montañas para esconder su ganado y cosechas porque los madianitas vendrían y robarían o destruirían sus posesiones. Siete años es mucho tiempo para ser oprimido por otros. Un hombre que realmente se sintió derrotado y débil a causa de esto fue Gedeón.

Dios tenía un gran llamado para Gedeón. Iba a usarlo para derrotar a Madián. Gedeón no se sintió a la altura de la tarea. Comprendió su debilidad y sus limitaciones. Sabía lo inmensa que era esta tarea y lo imposible que parecía. ¿Cómo pudo hacer todo lo que Dios le pidió?

 

Sentirnos débiles es común. Somos limitadas, frágiles, carentes de sabiduría y fe. Muchas de las tareas que tenemos por delante parecen demasiado difíciles de manejar. Estoy segura de que todas nos hemos sentido así. Tal vez desees restaurar tu matrimonio, pero los obstáculos y el trabajo por delante te parecen demasiado. Tal vez tengas varios niños pequeños y hacer malabares con el hogar, el trabajo y la crianza de los hijos te parezca demasiado. Quizás Dios te está guiando por un camino que requiere mucha fe y te sientes espiritualmente débil. Quizás las tareas de morir diariamente a una misma, matar el pecado y hacer lo correcto parecen imposibles.

 

Gedeón cuestionó a Dios. Tenía sus dudas de que un hombre de una tribu pequeña e insignificante pudiera hacer algo bueno para el pueblo de Israel, y mucho menos derrotar a la fuerte nación de Madián. La respuesta de Dios fue simple: “Estaré contigo”. No había ninguna promesa de milagros asombrosos o fuego del cielo. El simple hecho de que Dios estaría con Gedeón era suficiente. ¿Quién puede ir contra Dios? ¿Quién puede detenerlo o estropear Sus planes? ¡Nadie!

 

Se te ha dado la misma promesa. Dios está contigo siempre. Antes de que Jesús dejara la tierra, prometió que enviaría un ayudante que estaría con nosotros para siempre. Ese es el Espíritu Santo. Ha fijado Su residencia en cada uno de los hijos de Dios. Él vive en ti y está ahí para darte el poder de hacer incluso las tareas que parecen demasiado abrumadoras o imposibles.

 

Su presencia nos permite llamarlo a Él en todo momento. Podemos volcar nuestras dudas, miedos, angustias y luchas, y Él no lo usará en nuestra contra. Podemos acercarnos a Él con las solicitudes más audaces y Él nos escuchará. Debemos confiar en que Dios actuará en Sus tiempos, no en los nuestros y que todo se arreglará al final.

 

Todas podemos sentirnos abrumadas a veces. En lugar de enfocarnos en nuestros sentimientos, podemos enfocarnos en la ayuda que tenemos en Jesús y el Espíritu Santo cuando sentimos el peso de nuestra debilidad. No te sientas avergonzada de ello, en cambio, deja que Dios trabaje en ti para hacer crecer tu fe.

 

Mirando a Jesús,

 

Jen

 

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