La Puerta y el Pastor

 

“Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo. Entrará y saldrá y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10:9-11).

 

Cada vez que leo este pasaje me vienen a la mente dos referencias a la cultura pop. La primera es la película animada, Monsters, Inc.  donde el personaje principal es un monstruo grande y peludo que cambia el miedo por la tontería una vez que conoce a una niña. Toda la acción sucede a medida que van y vienen entre puertas que conectan sus dos mundos. En la escena cumbre de la película, los personajes se encuentran en una fábrica llena de puertas que se balancean sobre sus cabezas mientras intentan golpear al malo hasta la única puerta que llevará a la niña a casa. 

 

La otra referencia menos dramática es una que me hacía reír cada vez que la veía con mi hija. En una de las películas de VeggieTales sobre David, había ovejitas que se vivían cayendo y se quedaban así hasta que alguien las ayudaba a levantarse.

 

En mi mente, las dos afirmaciones que Jesús hace en el pasaje de hoy siempre se sintieron tan separadas como esos dos ejemplos. Siempre había leído estas dos afirmaciones individuales en la lista de los siete que encontramos en el Evangelio de Juan, pero están conectadas de una manera realmente interesante.

 

Jesús usó una ilustración en nuestra lectura de las Escrituras de hoy que habría resonado fuertemente en Su audiencia. Como nos mostró la película VeggieTales, las ovejas son propensas a deambular, se niegan a huir del peligro y son susceptibles a las lesiones. Sin un pastor que las guíe y proteja, pueden seguirse unas a otras por un acantilado o acurrucarse para facilitar el ataque de un depredador. Sin su pastor, las ovejas nunca podrían encontrar el camino a casa.

 

En los días y la cultura de los tiempos de Jesús, la gente habría estado familiarizada con dos tipos de corrales que contenían ovejas. Uno estaba dentro del pueblo y habría tenido muchos rebaños de ovejas que pertenecían a diferentes pastores de la ciudad. Cada noche, alguien custodiaba la puerta del corral para asegurarse de que nadie entrara y no saliera ninguna oveja, y cada mañana abría la puerta para que los pastores pudieran llamar a sus ovejas (que reconocerían y seguirían la voz de su pastor).

 

El otro corral era más pequeño y típicamente construido de piedras, un lugar donde un pastor podía recoger sus ovejas durante la noche si no iban a regresar a la ciudad. Estos corrales de roca no tenían puertas ni portones, por lo que el pastor, una vez que todas sus ovejas eran contabilizadas, colocaba su cuerpo en la entrada, convirtiéndose en la puerta del corral para proteger a sus ovejas.

 

Mientras que Jesús se describe a Sí mismo como un protector y guía, describió a los líderes religiosos como ladrones (Juan 10:1).  En lugar de robar ovejas, estaban robando la oportunidad de salvación lejos de la gente al negar que Jesús es el Hijo de Dios y el único camino a la vida eterna.  Esta fue una noticia difícil e insultante para que Su audiencia la escuchara. Esperaban un Mesías que fuera un rey o un líder militar, no un pastor que se humillara tan bajo que arriesgaría Su vida por nosotras. 

 

A través de la Puerta tenemos el camino y a través del Pastor tenemos la promesa de protección del enemigo que quiere matar, robar, destruir y distraernos de nuestro destino final: una eternidad en el cielo con Jesús. Al abrazar la verdad acerca de quién es Jesús y creer en las afirmaciones hechas en el Evangelio de Juan, que podamos escuchar Su voz mientras Él nos guía, como David escribió en el Salmo 23:

 

“El Señor es mi pastor, nada me faltará. 

En lugares de delicados pastos me hará descansar; 

junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma. 

Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre …”

 

Cristal

 

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