La Justicia de Cristo

 

Hace poco estaba rebuscando en mi armario y encontré una pila de jeans que había estado guardando. Estos jeans en concreto los tenía desde hacía unos cinco o diez años, y los había guardado suponiendo (y esperando) que algún día me quedaran como antes.

 

Pero la verdad era que mi cuerpo había cambiado (y mucho) en esos cinco o diez años. Y había cambiado de forma permanente. Ya no podía volver a tener la forma y la altura de antes. Y esos viejos pantalones a los que me había aferrado porque me gustaba cómo quedaban y cómo me sentaban en el cuerpo que tenía antes, ya no servían para este nuevo cuerpo en el que vivo hoy. Así que, de mala gana, me deshice de ellos. Fuera lo viejo, dentro lo nuevo.

 

Al reflexionar sobre el pasaje de hoy y la idea de “despojarme del hombre viejo” y “vestirme del hombre nuevo”, reconozco que todavía hay áreas de mi vida en las que intento encajar mi nuevo yo en mis viejos jean. Hay formas en las que solía vivir antes de ser santificada por Cristo en las que todavía tiendo a intentar encajar en mi nueva vida en Cristo. Encuentro que mis tendencias a complacer a la gente, que una vez caracterizaron mi vida, me tientan a influir en mis comportamientos. Soy propensa a caer en el cotilleo en lugar de honrar a Dios con mi forma de hablar. Elijo caer bien y ser amable en lugar de decir la verdad con amor o compartir el Evangelio. Puedo caer en la desesperación en las pruebas y el sufrimiento en vez de esperar y confiar en Dios.

 

Ahora bien, si eres como yo, puede que leas estos ejemplos y pienses que son “ofensas menores”. Me resulta fácil justificarlas como pequeñas cosas que podrían ser mucho peores. Pero el pecado es a menudo una lenta deriva. Y el enemigo elige a menudo formas sutiles de desviar nuestra atención de vivir una vida recta, hasta que al final nos encontramos en un lugar irreconocible y no tenemos ni idea de cómo hemos llegado hasta allí.

 

La verdad es que esos eran los caminos del antiguo yo, pero tengo una vida nueva en Cristo. Estoy llamado a despojarme por completo del viejo yo y revestirme del nuevo, el que se caracteriza por la justicia de Cristo.

 

“Al que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que en él llegáramos a ser justicia de Dios”. – 2 Corintios 5:21

 

Cristo se convirtió en el pecado de nuestro viejo yo para que, teniendo fe en Él, pudiéramos convertirnos en nuestro nuevo yo, en la justicia de Dios. Y todo lo que se requiere es fe. Al tener fe en Cristo, tenemos acceso a nuestra coraza de justicia. Cristo en nosotros nos permite deshacernos por completo de los viejos jean que ya no nos sirven en esta nueva vida en Cristo y ponernos la coraza de justicia para que podamos caminar de una manera digna del Evangelio.

 

Oremos hoy para que Dios nos muestre las viejas costumbres que seguimos intentando encajar en esta nueva vida con Cristo. Pidámosle que nos ayude a deshacernos por completo de esas viejas costumbres, y que nos dé la disciplina para ponernos a diario nuestra coraza de justicia, de modo que podamos vivir vidas de rectitud y santidad.

 

 

Cristin

 




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