Me ha costado mucho sentirme cómoda con la chica que veo en el espejo. Veo una esposa, una madre, una amiga. Con demasiada frecuencia, la he menospreciado por los kilos de más y por no ser perfecta. Veo y conozco sus tensiones, sus secretos y su vergüenza. Sé lo que esconde debajo de la máscara del maquillaje. Veo una pecadora y no una santa.
Aún más importante, me pregunto ¿qué ve Dios en mí cuando Él me mira?
¡La respuesta puede sorprenderte! Nada está oculto a nuestro Dios omnisciente, pero debido al sacrificio de Jesús, Dios nos ve como justas, libres de culpa o de pecado. Jesús pagó nuestra deuda de una vez por todas.
“Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él” 2 Corintios 5:21.
Romanos 5:1 dice, “…. Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo….”
Somos llamadas justas. Somos elegidas y redimidas. Somos hijas de Dios (1 Juan 3:1), “escogidas de Dios, santas y amadas” (Colosenses 3:12).
El mundo es muy rápido para juzgar y a menudo, somos nuestros peores críticos. Pero el Dios de la creación elige mirarnos con bondad; esta es la gracia en la que hoy por hoy estamos.
Tengo que desafiarme a mí misma (¡y te desafio a ti!) a conocer nuestra identidad en Cristo, y después mirar a la chica en el espejo y sinceramente creerlo.
Sara