Cuando estaba en la escuela primaria tenía la costumbre de afirmar que había leído el último libro o que sabía la canción más popular, aunque no fuera cierto. No solo quería encajar con mis compañeros y ser parte de sus conversaciones, sentía muy firmemente que debía hacer lo que fuera necesario para ser perfecta. No quería que nadie pensara que no sabía algo, nunca quise equivocarme e hice todo lo que pude para complacer a la gente para que nadie se decepcionara de mí.
Como cristiana, debo admitir que me tomó muchísimo tiempo crecer en mi fe lo suficiente como para darme cuenta de que Dios no estaba esperando a que me equivocara para abandonarme. Aunque la máscara de la perfección que llevaba en mí me sirvió bien para las personas con las que me relacionaba en el mundo corporativo, Dios aún estaba esperando pacientemente que comenzara a caminar plenamente como la mujer que Él diseñó para fuera: una mujer que nunca será perfecta pero que depende del Señor para ser mi fuerza donde soy débil.
Tal vez esa sea parte de la razón por la que la historia de Abram y Sarai siempre me ha resonado profundamente. Los autores de las Escrituras podrían haber pasado por alto fácilmente las situaciones difíciles y menos deseables de sus historias pudiendo centrarse en los aspectos más destacados que los harían demostrar su perfecta fidelidad. Pero si no existieran nuestras fallas y debilidades, entonces nunca necesitaríamos el hermoso plan de redención y salvación que Dios preparó para nosotras. Como toda buena historia, no se puede celebrar la resolución si no existe un conflicto alguno. Sin nuestros fracasos, no se puede aprender ninguna lección en el camino hacia el verdadero éxito.
Nuestra lectura de hoy cubre el comienzo de la historia de Abram y Sarai, mientras leemos el registro familiar de Taré (el padre de Abram), el matrimonio de Abram con Sarai, el viaje de Taré, Abram, Sarai y Lot a Harán (estableciéndose allí en su camino a Canaán), el envío de Abram y la promesa de Dios de convertirlo en una gran nación, darle tierra a su pueblo y convertirlo en una bendición. Leemos sobre un segundo traslado, esta vez a Canaán, con Sarai, Lot y toda la gente con ellos. Canaán es la tierra que Dios promete dar a los descendientes de Abram.
“Dios le dio a Abram un mandato que contiene cuatro aspectos. Abram debía salir de su tierra, parientes, la casa de su padre hacia una tierra elegida por Dios. La constante obediencia a Dios significa dejar una cosa para recibir otra aun mejor.” (Biblia de estudio (HCSB).
“Entonces Abram se fue…” (Genesis 12:4)
¿Dónde te pide Dios que dejes algo bueno y cómodo para que puedas recibir algo mejor? Estás dispuesta a dejar la máscara de la perfección y entrar en lo desordenado y desconocido con la fe imperfecta para dar el siguiente paso de seguir a Cristo Jesús? Mientras leemos sobre Abram e Isaac durante las próximas semanas, oro para que te animes y veas que lo que Dios ha puesto en marcha, no lo puede retrasar ni destruir nuestra imperfección. Incluso cuando nuestra fe flaquea, Dios saldrá victorioso. Incluso cuando nos equivocamos, Dios nos invita a entrar en la historia que Él está escribiendo. Incluso cuando seguimos nuestro propio camino o elegimos pertenecer en esa zona de confort, Dios cumplirá Sus promesas.
De hecho, es posible que hayas notado en nuestra lectura de hoy que la esterilidad de Sarai se menciona dos veces, estableciendo el gran milagro que Dios realizaría cuando ella concibiera. Las áreas en las que nos sentimos menos capaces de lograr lo que Dios nos pide, las partes de nostras mismas que nos hacen sentir “menos que”, las áreas en las que sentimos que debemos escondernos, esas pueden ser exactamente las áreas de nuestras vidas donde Dios brillará más.
Crystal
Semana 1: Desafio
Enumera tantas promesas de Dios como puedas. Pon especial atención al contexto de la promesa. Haz una lista de las promesas de Dios, a quiénes fueron hechas y si Dios cumplió o no estas promesas.
Semana 1 – Plan de Lectura
Semana 1 – Versículo a Memorizar