“Yo puedo sola.” Es mi frase más usada cuando alguien me ofrece ayuda con una tarea. Aunque claramente estoy luchando y tratando de hacer demasiado, pienso que puedo manejar las cosas por mí misma. Estoy caminando en una oscuridad figurada y soy ciega al hecho de que soy una persona limitada.
Nos guste admitirlo o no, todos tenemos una vena egoísta o terca. Somos personas orgullosas que no nos gusta reconocer cuando estamos equivocadas o que tenemos limitaciones. Tal vez creemos que al admitir nuestras faltas o debilidades, vamos a perder respeto, relaciones o posiciones.
La confesión es para todos
Lo interesante del Reino de Dios es que está dirigido a los humildes, quebrantados y necesitados. Dios sabe que todos somos pecadores. No podemos esconderlo, por más que lo intentemos. Él está muy consciente de nuestra condición rota y de nuestra necesidad de su gracia salvadora por medio de Jesús. Cuando ocultamos nuestro pecado o tratamos de reunir fuerzas o voluntad para hacer las cosas por nuestra cuenta, solo nos hacemos daño.
Pero Juan nos da un camino claro para andar en la luz y deshacernos de la carga de esconder el pecado. Ese camino es la confesión. 1 Juan 1:6 es un llamado de atención para los creyentes. Si decimos que seguimos a Jesús pero seguimos viviendo en pecado, estamos viviendo una mentira.
Ahora bien, esto no quiere decir que debamos ser perfectos y nunca pecar. Mientras vivamos en este lado del cielo, aún tendremos una naturaleza pecaminosa. La señal de que verdaderamente seguimos a Jesús es que, cuando reconocemos nuestro pecado, lo confesamos y pedimos la ayuda del Espíritu Santo para alejarnos de ese pecado y buscar la justicia. En cambio, seguir a nuestro enemigo nos lleva a ignorar la convicción del Espíritu Santo. Si hacemos eso, no podremos reconocer ni admitir nuestra necesidad de perdón y sanidad.
La confesión es recibida con gracia
Juan continúa en 1 Juan 1 escribiendo: “Pero si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1:9). La confesión es el medio por el cual podemos vivir cada día a la luz de Cristo.
Nota que esta es una promesa para los creyentes. Si confesamos nuestros pecados, entonces Jesús nos perdonará y nos limpiará. No tenemos que preocuparnos por si nos perdonará o no. Él absolutamente lo hará. Él está esperando que vayamos a Él, arrepentidas de nuestro pecado.
Confesar es un acto muy vulnerable. Pero en la confesión, somos recibidas con gracia y ayuda, para que no tengamos que continuar en nuestro pecado.
¿Dónde estás hoy?
¿Hay algún pecado que has estado alimentando, o pensando: “No es tan grave”? Tal vez hay un pecado que has estado ocultando porque tienes demasiado miedo de que no pueda ser perdonado. Quizás piensas que Dios ya ha tenido que perdonarte por ese pecado demasiadas veces y que ya agotaste su paciencia. O tal vez no has confesado cierto pecado porque temes ser recibida con condena o juicio.
Sea donde sea que estés, lleva tus pecados a Jesús. Confiésalos a Él. No te quedes en la oscuridad. Él es un Salvador compasivo y lleno de gracia.
Una vez que hayas confesado y te apartes de tus pecados, da el paso valiente de compartirlo con una amiga creyente en quien confíes. Déjala entrar en lo que has estado enfrentando. Pídele que te ayude a rendir cuentas y que te anime mientras das pasos hacia Cristo. Puede ser incómodo o aterrador dar este paso, pero te prometo que vale la pena.
El enemigo no quiere nada más que mantenerte aislada y oculta, para que no enfrentes el pecado en tu vida. Pero al dejar entrar a Jesús y a otros, puedes combatirlo más fácilmente.
La confesión es un estilo de vida
La confesión debe ser un estilo de vida. Como dije antes, todos tenemos una naturaleza pecaminosa, incluso después de confiar en Jesús. Así que continuamente necesitaremos acudir a Cristo y dejar que otros nos acompañen. Es una práctica y disciplina diaria para crecer.
Si nunca has confesado tus pecados a Jesús y le has pedido que te perdone y te haga nueva, hoy puede ser el día. Detente ahora mismo y ora a Jesús. Puedes decir algo como esto:
Jesús, soy pecadora. He hecho cosas que van en contra de tu voluntad y tus caminos. He [inserta aquí tus pecados]. He estado tratando de esconder y manejar mi pecado, pero ya no quiero vivir así. ¿Me perdonas? ¿Me haces nueva? Ya no quiero estar a cargo. ¿Quieres ser el Señor de mi vida? Amén.
Si has hecho esta oración, ¡bienvenida a la familia de Dios! Nos encantaría saber de tu decisión y ayudarte con tus próximos pasos de fe. Puedes escribirnos a [email protected].
Aunque seas una mujer muy capaz, que puede manejar muchas cosas por sí sola, no eres perfecta ni invencible. Esto es especialmente cierto cuando se trata de nuestra justicia. No tienes que vivir en la oscuridad, escondiendo o gestionando el pecado. Vuélvete a Cristo hoy y confiesa tus pecados. En Él, encontrarás perdón, gracia y esperanza.