¿Alguna vez has comenzado a hablar, vestir o actuar como las personas a tu alrededor?, Me sucedió cuando empecé a ir a la universidad en ese tiempo las chicas usaban gargantillas en el cuello, chaquetas de aviadores y pantalones con agujeros. Y por supuesto comencé a comprarlos y a vestirlos también. Y lo admito, todavía observó una buena tendencia y la sigo. Me gusta investigar en la última moda y encontrar artículos similares y de manera creativa armar un vestuario. Pero esto ¿quiere decir que estamos imitandonos los unos a los otros?
No estoy diciendo que seguir las tendencias de la moda esté equivocado o sea pecado, de ninguna manera, pero si pienso que nos vamos convirtiendo similares a aquellos a nuestro alrededor.
Miralo de esta manera. Tu familia tiene palabras, frases e incluso acentos que asimilaste mientras crecías con ellos. Seguramente, te mudaste de tu hogar materno, y quizás actúes menos como ellos. Pero esos primeros 18 años de tu vida, te enseñaron casi todo lo que sabes. Tus padres te enseñaron a lavar tus dientes, amarrar tus zapatos e interactuar con otros. Una parte importante de convertirse en adulto es observar lo que hacen tus padres e imitar su comportamiento.
Nuestra Nueva Identidad
Cuando creemos en Jesús como nuestro Salvador, somos adoptados en la familia de Dios. El Espíritu Santo viene a morar en nuestros corazones y somos una nueva creación (2 Corintios 5:17). Nuestra vieja manera de vivir pasa y comenzamos a hacerlo de una forma diferente.
En Efesios 5:1-2, Pablo exhorta a los creyentes a ser imitadores de Dios, lo cual hacemos al andar en amor. Dios nos amó tanto que envió a Su Hijo a morir en la cruz por nuestros pecados (Juan 3:16). Todos los creyentes son santificados por el Espíritu para parecerse más a Jesús. El amor de Dios por nosotros se convierte en un modelo de cómo debemos amar a los demás.
Nuestra Nueva Habilidad
Así como los niños crecen imitando a sus padres, aprendemos a imitar a Dios como nuestro Padre Celestial. Cristo demostró Su amor al dar Su vida por nosotros. Este tipo de amor es desinteresado y sacrificado. Amar a los demás de manera desinteresada y sacrificada representa a Cristo ante un mundo perdido.
Lucas 9:23 dice: «Entonces les dijo a todos: “Si alguno quiere ser mi discípulo, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día y seguirme”». Nuestra meta en la vida ya no es hacer lo que queramos, sino vivir únicamente para Jesús.
Este llamado en nuestras vidas no es fácil. Habrá momentos en los que nos resulte más cómodo o fácil vivir como el resto del mundo en lugar de vivir para Dios. En Efesios 5:1-21, Pablo enumera varios mandamientos para vivir apartados del mundo. La Palabra de Dios y el Espíritu de Dios son las únicas cosas que nos transformarán de la mundanalidad a la santidad.
A medida que vivamos completamente rendidos a Dios, comenzaremos a parecernos más a Él. No solo nos pareceremos a Él, sino que también seremos capaces de probar y aprobar cuál es su voluntad (Romanos 12:1-2). Con el tiempo, caminar en la piedad nos resultará más natural que caminar en nuestra carne.
Sí, siempre lucharemos contra el pecado, pero Dios está obrando en nosotros para transformarnos completamente en el reflejo de Su Hijo. ¡Y eso es una buena noticia! Si eres consciente del pecado en tu vida hoy, elige confesarlo a Dios y a los demás y arrepiéntete volviéndote y confiando en el Señor. Caminemos de una manera digna de ser imitada, imitando a nuestro Padre.
Jayci Williams