¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. Guarda también a Tu siervo de pecados de soberbia; Que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro, Y seré absuelto de gran transgresión. Salmos 19:12-13
Para el salmista David, la Palabra de Dios es más deseable que el oro afinado, el cual es pasado por un proceso para limpiarlo de impurezas y obtener oro fino. Para él, los decretos de Dios son más apetecibles que la misma miel pura, que se prueba directamente del panal. Pero también dice que las Escrituras lo amonesta, haciéndole ver lo que está mal. Él sabe que cuando se guarda la Palabra en el corazón para ponerla en práctica, hay gran bendición.
A David le surge una pregunta, ¿Cómo podremos saber o conocer los pecados que cometemos sin percibirlo?
Observemos.
“Absuélveme de los que me son ocultos”
En esta frase el salmista pedía ser perdonado y limpiado de los pecados que había cometido sin darse cuenta, ya que podían afectar su vida y comunión con el Señor. La naturaleza pecaminosa contamina al hombre y su manera de actuar, al punto que, en ocasiones, no percibe su capacidad para desobedecer los mandamientos de Dios.
Pero esto no significa que esos pecados sean secretos para Dios, porque Él es Omnisciente (todo lo sabe), por eso la petición en estos versos es ser limpiado, librado de culpa por ellos.
Por otra parte David dice: ”Preserva también a tu siervo de las soberbias”
El salmista reconoce la gravedad del orgullo, y pide ser librado de él, para no dejarse dominar o tenerlo por señor, y así evitar cometer mayores faltas.
Así nosotras, como hijas de Dios, no debemos dejarnos llevar por la soberbia, pues lo único que hará es gobernar nuestra vida y conducirnos a pecar contra Dios.
Solo el Señor puede guardarnos y librarnos de la soberbia que aqueja a nuestro corazón, y afecta nuestra relación con Él.
El Salmo 1:1-2 nos dice que nos alejemos de aquellas personas que nos incitan a realizar acciones en contra de los preceptos del Señor, y que por el contrario, nos deleitemos en Su palabra en todo tiempo. Cuanto más estudiemos y comprendamos las Escrituras, más evidentes serán nuestros pecados.
Recordemos que todos pecamos, pero nuestro poderoso Dios siempre nos bendice con Su gracia, si con humildad le confesamos en arrepentimiento nuestras faltas, para ser liberados de ellas.
Nuestra petición al Señor debe ser que nos examine, pues Él conoce perfectamente nuestros pensamientos y corazón, que quite de nosotros toda perversidad y conducta que no le agrada. Que nos guíe siempre y nos enseñe a vivir de acuerdo a Su palabra. Sólo así podremos llevar una vida en rectitud, en integridad y total obediencia a Él.
Padre, gracias por recordarme que solo Tú conoces mis pensamientos, y sabes los pecados que cometo sin darme cuenta, que son ocultos para mí. Sé que debo llevar ante Ti estas faltas, porque solo Tú me puedes librar de ellas.
Gracias por tu Palabra maravillosa, por Tus mandamientos que me ayudan a perseverar en el camino correcto. !Alabado sea Tu nombre! En Jesús, amén
A los pies de Jesucristo
Yaneth Olivares de Gaviria
Semana 5 – Plan de Lectura
Semana 5 – Versículo a Memorizar