El Dios que obra en nosotras no está ausente. Él está presente con nosotras en el fuego. Una de mis maestras compartió un sueño que tuvo una vez. En él, Dios le mostró el taller de un platero donde el orfebre estaba purificando la plata. El platero no estaba fuera del horno ni parado en la puerta. Él estaba dentro del fuego con la plata.
Porque estaba presente, sabía cuándo dejar reposar la plata por un tiempo y cuándo aumentar el fuego.
Esta imagen me recuerda cómo obra Dios. Él trabaja dentro de nosotras, no fuera. Si lees Filipenses 2 comenzando en el versículo 1, verás todo lo que Jesús atravesó antes de recibir el Nombre que es sobre todo nombre.
Así como la plata es forjada en el fuego, así también el Hijo de Dios fue forjado a través de los fuegos de la vida. Jesús vino a la tierra y se entregó por completo a la obra del Padre. Él cumplió la salvación para ti, para mí y para todos los que crean en Él.
Si nos llamamos hijas de Dios, también debemos confiar en la obra que nuestro Padre está haciendo en nosotras. Sé cuán doloroso puede ser pasar por pruebas y fuegos. En los momentos en que dudamos del propósito de soportar el dolor, podemos tener la seguridad de que Dios está obrando en nosotras para Su buena voluntad. Estos momentos nunca se desperdician.
A través de nuestra fidelidad y dependencia de Él, reflejamos la luz de Jesús. Las luces de Dios en el mundo brillan para que otros puedan ver esa luz y venir a Dios.
No te corresponde preocuparte por cómo saldrán las cosas. Le corresponde a Dios obrar. Tu parte es vivir cada día en obediencia a Dios y a Su Palabra, y seguir haciendo aquello que Él te ha encomendado hacer.
Amada, Él obra en nosotras para Su placer. Él necesita vasijas dispuestas que digan:
“Padre, cueste lo que cueste, viviré para ti todos los días de mi vida. Seré quien tú quieres que sea. Me entregaré por completo a donde tú me has puesto. No más quejas ni resistencia. Me entrego a ti.”
Hermana, confía en Él. Él sabe lo que está haciendo.
Shalom,
Ebos
