Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.” (Lucas 1:46-48)
No me puedo imaginar el encuentro con un ángel del Cielo que tuviera una palabra audible específicamente para mí, y mucho menos que me dijera que daría a luz a Jesucristo, el Salvador del mundo. Qué momento tan increíblemente extraordinario y sagrado.
Lo que sí puedo comprender, y con lo que me he familiarizado, son los inesperados cambios en mis planes de vida y en la forma en que pensaba que sería mi vida. Estoy segura de que María pensó en tener hijos DESPUÉS de casarse con José, pero Dios tenía otros planes. Mejores planes. La manera en que María respondió a este santo encuentro y a esta radical interrupción de sus planes debería ser una inspiración para todos nosotros. ¿Su respuesta? No fue duda, sino una fiel confianza en la palabra de Dios.
María aceptó lo que el ángel le presentó. En sus propias palabras, respondió: “Sí, soy sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1:38). Lo que vemos en esta escritura es que la Palabra de Dios era un ancla para María. Ella lo conocía, y su respuesta fue una prueba de ello.
Lo que es incluso más sorprendente es que seguidamente le adoró. Entonó un cántico al Señor.
Adoró con un corazón lleno de gratitud y admiración hacia su Dios. Adoró como una mujer embarazada y soltera, que era una posición culturalmente peligrosa para ella. Se regocijaba con gran entusiasmo, con un espíritu vivaz y lleno de energía. Desde un corazón agradecido, la adoración y la alabanza fluyeron de forma natural. Qué hermoso ejemplo nos ha dado María, no porque la vida fuera perfecta y cómoda, sino porque confiaba en los caminos del Señor.
Adorarlo a Él primero
Una de las áreas de mi vida en las que realmente me he comprometido a crecer es en mi respuesta a las interrupciones o a los cambios de planes. Mi primera reacción al despido inesperado de un trabajo el año pasado fue el miedo y el sentimiento de abandono. No tenía sentido, y además el momento no podía haber sido más inoportuno. Me di cuenta de que tenía una comprensión limitada de lo que el Señor estaba reorganizando en mi vida. Los finales son una parte necesaria de la vida, sin embargo, ¿por qué nos apresuramos a asumir que todos los finales son negativos?
Este cambio radical se convirtió en la mayor bendición por la que ahora doy gracias al Señor todos los días. Me desarraigó para poder plantarme en un lugar mejor. Me colocó en un lugar en el que ya no me quedaría pequeña, ¡sino que me permitiría crecer y expandirme! Me sacó de un círculo y me sentó en una mesa en donde pido a Dios que pueda seguir en ella. Lo que pensé que era una pérdida fue en realidad una ganancia, ¡una mejor posición!
Quisiera poder confiar rápidamente cuando se presentan cambios en mi camino. Deseo que mi primera respuesta sean la alabanza y la adoración, aún cuando sienta que mi vida está fuera de control y es impredecible. Las pruebas por las que he pasado nunca me han alejado, más bien me han acercado al Reino y me han despertado a buscar más de Su presencia. Las dificultades y decepciones en la vida no son el fracaso de los planes y propósitos del Señor. Son oportunidades para ser desafiadas en las batallas, mientras experimentamos lo que sólo Dios puede hacer, Proveer, Proteger, Rescatar y mucho más.
Cuando permitimos que el Señor interrumpa radicalmente nuestra comodidad y nuestros planes, nuestra primera respuesta no debe ser la preocupación, sino la adoración. Podemos glorificar al Señor incluso cuando la vida parece confusa. Dios no desea ciertas acciones o respuestas robóticas, más bien Él nos pide nuestro corazón. El se interesa por nuestro corazón. En todas circunstancias El nos pide que seamos agradecidos y que confiemos en El a través de lo desconocido y a través de nuestra adoración.
Nuestra fe no está anclada en lo que vemos, sino en lo que oímos en la Palabra de Dios (Hebreos 11). Lo que Dios nos llama, Él lo cumplirá. Cada pequeño paso de fe nos lleva al siguiente paso de fe más grande.
El Señor ha hecho grandes cosas por nosotras, y todavía está escribiendo nuestra historia.
Kelli