Esperanza Llena de Fe

 

El año pasado fui a un museo de nuestra ciudad a ver una exposición de arte,se trataba de dieciocho retratos de diferentes personas que se habían visto afectadas por el conflicto norirlandés, un periodo difícil de la historia de Irlanda del Norte. Fue fascinante ver cómo un artista local de gran talento había retratado a los diferentes individuos y ver el perfil de sus historias junto a sus imágenes.

 

Cuando leo Hebreos 11, me imagino que así sería una exposición sobre la fe. Este famoso pasaje de nuestra Biblia se ha denominado a veces el Salón de la Fama de la Fe o la Galería de los Héroes de la Fe.  Cuando el escritor de Hebreos nos recuerda a estas personas piadosas, es bueno sentirnos alentados e inspirados por su fe; pero algo muy  importante es que debemos tener cuidado de no colocar a ninguno de ellos en un pedestal o pensar que tienen una especie de super fe, porque eso podría hacer que nos desanimemos o desalentemos al no  estar a su altura o no seguir sus pasos. Todos los que se mencionan eran seres humanos, como nosotras, y cada uno recibió de Dios el mismo don de la fe que nosotras cuando recibimos la salvación, por gracia, mediante la fe. (Efesios 2:8).

 

El verdadero y único héroe de este pasaje es Dios mismo, de quien recibimos y en quien depositamos nuestra fe. Aquí leemos acerca de la fidelidad de Dios hacia su pueblo y de cómo pudieron vivir para Él, confiar en Él y servirle porque depositaron una esperanza que miraba hacia el futuro en el propio carácter, las promesas y la Palabra de Dios, a pesar de sus dudas, incertidumbres, temores y fracasos.

 

El versículo inicial de Hebreos 11 nos da una definición firme y una instrucción sólida y nos dice lo que fue fundamental en las vidas de cada una de las personas mencionadas en los versículos siguientes.

 

“La fe es estar seguro de lo que se espera y convencido de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).

 

Las palabras seguro y convencido destacan en este versículo. No hay lugar ni razón para la incertidumbre o la duda. La esperanza llena de fe no es optimismo insensato ni ilusiones. Por el contrario, está anclada en un fundamento inquebrantable para el pasado, el presente y el futuro. 

 

Nuestra esperanza es Jesús, el pionero y perfeccionador de nuestra fe.    

Nuestra vida, en la que caminamos por la fe, comienza y se completa sólo en Él.  Por eso fijamos nuestra mirada en Jesús.

 

Como nosotros, todos aquellos de los que leemos en Hebreos 11 creyeron en las promesas de Dios, confiaron en la Palabra de Dios y vivieron a la luz de ella. Tal vez menciona a una de tus personas favoritas en este pasaje y tu corazón se fortalece de nuevo al leer y recordar cómo Dios obró en ellos y a través de ellos para llevar a cabo Sus propósitos y cumplir Sus promesas. 

 

Vemos la fe en acción en la obediencia de Noe, y la fe vivida en relación en la vida de Enoc. Una gran parte del pasaje centra nuestra atención en Abraham, y a través de él vemos la fe que demostró cuando abandonó su tierra natal hacia un futuro desconocido, confió en la promesa de Dios incluso cuando su fe se vio puesta a prueba, esperó aunque parecía imposible que Dios pudiera cumplir Su promesa, y demostró una confianza y una esperanza firmes cuando se preparó para hacer lo que no tenía ningún sentido desde el punto de vista terrenal. Cuando Abraham no tenía ninguna otra razón para creer que Dios aún lo haría, aparte de estar convencido del carácter de Dios, aún tenía esperanza.

 

El apóstol Pablo, en Romanos 4, describe tan bien la vida de fe de Abraham cuando dice, 

“Abraham creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas naciones. . .”. No vaciló al creer en la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios. Estaba plenamente convencido de que lo que Dios prometía también era capaz de hacerlo” (v. 18-21). 

 

¿Sientes que tu fe es débil?    

 

¿Has esperado tanto tiempo a que Dios responda o actúe que parece como si se hubiera olvidado?                                     

 

¿Te está pidiendo que des un paso de obediencia y te parece que no tiene ningún sentido?   

 

 Cobra ánimo hoy al considerar el camino de la fe de Abraham, ¡y anímate! El Dios de Abraham sigue siendo nuestro Dios hoy. No ha cambiado. Sigue siendo el Padre fiel que cumple las promesas de su pacto. Él cumple sus planes y propósitos para su pueblo, y todavía es capaz de hacer mucho más de lo que podríamos pedir o imaginar. 

Abraham comprendió que vivir con la esperanza de la promesa de Dios, incluso cuando parecía imposible, era mejor que vivir sin ella. Eligió vivir en la esperanza en lugar de ceder a la duda, la desesperación y la decepción. 

 

Esa elección es también la nuestra. 

 

Otro aspecto de la fe de Abraham del que podemos aprender está entretejido a lo largo de los versículos de Hebreos 11: tenía una esperanza llena de fe al saber que esta tierra no era su hogar. Ni siquiera la Tierra Prometida era su destino final. Abraham esperaba un hogar celestial que Dios le había prometido y preparado, y esto superaba con creces cualquier bendición terrenal o promesa cumplida que recibiera en su viaje de fe en la tierra.

 

Nosotras también tenemos un hogar celestial. Se acerca el día en que, o  Dios nos llevará a estar con Él para siempre, o bien el Señor regresará como prometió e introducirá Su reino en un cielo nuevo y una tierra nueva. Nuestro hogar, donde no habrá más enfermedad ni separación, pecado ni muerte, lágrimas ni tristeza. No más dolor ni soledad, ni duda ni desesperación. 

 

Nuestra fe se hará visible, veremos a Jesús cara a cara y estaremos con Él para siempre.  Esta es nuestra esperanza. 

 

Cuando pienso en la esperanza del futuro seguro y cierto que se promete a todos los que aman y siguen a Jesús, pienso en los millones de hermanos y hermanas perseguidos en todo el mundo que se aferran a esta esperanza. Cuando la fe en Jesús puede costarles sus familias, su libertad o sus propias vidas, qué testimonio es que se mantengan firmes a pesar de todo lo que tienen que soportar. Mi fe se fortalece con la suya cuando leo sus historias y las elevo al Señor en oración. Él es su esperanza.

 

Y así, querida amiga, le pido hoy a nuestro Dios de la esperanza que fortalezca y anime nuestros corazones, mientras caminamos por la fe, con los ojos fijos en Jesús.




Katie



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