Esperanza en la Resurrección

 

 

                                                                                                                                              

 

 ESPERANZA. 

 ¿No te parece  una palabra tan bonita? Una definición que aparece en el diccionario dice que es un sentimiento de expectativa, un deseo de que algo suceda.

 

 Pero, vaya, es mucho más que eso. 

         

Últimamente, al reflexionar sobre la esperanza, me he dado cuenta de que utilizo mucho esta palabra en mis conversaciones, pero es muy  diferente  su significado en mi uso cotidiano comparado con lo que enseña la Biblia.

 

A la amiga que no se siente bien, Espero que se recupere pronto.

 Al hacer planes para el próximo fin de semana, espero que el clima sea bueno.                      

A mi sobrina recién nacida, espero que duerma toda la noche.

 

Todas estas cosas son auténticas y mi esperanza es sincera, pero en el fondo no es más que un “deseo”, o simplemente un “espero que así sea”, sin saber en realidad cómo se desarrollarán las cosas.

 

El contraste radica en que la esperanza real bíblica, aquella que surge del carácter de Dios, es decir, quién es Él: el Dios de toda esperanza; esa esperanza que está anclada a las promesas halladas en Su Palabra; esperanza  que no defrauda;  esperanza  firme, permanente y veraz, gracias a aquel en quien depositamos toda nuestra espera

 

Me encanta cómo el apóstol Pablo nos recuerda esto en 1 Timoteo 4:10, al decir que “hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente, quien es Salvador de todos”. 

 

Esta es la esperanza que necesitamos. 

 

Esperanza en Aquel que nos ama y dio su vida por nosotras. 

 

Esperanza en el Soberano Todopoderoso, Omnisciente y Omnipresente, que es capaz de hacer mucho más de lo que pidamos o imaginemos. 

 

Esperanza en el Mesías que fue a la cruz, cargó con nuestra vergüenza, fue desechado, menospreciado, soportó el castigo, y pagó el precio de todo nuestro pecado. Aquel que sufrió, derramó su sangre y murió para que pudiéramos conocer el perdón y la gracia que no podíamos ganar ni merecer. 

 

Esperanza en nuestro victorioso Salvador que resucitó, que no sólo murió, sino que conquistó la muerte y el infierno al levantarse de entre los muertos, para que pudiéramos tener vida eterna. 

 

Jesucristo es nuestra esperanza viviente. 

 

1 Pedro 1:3 nos dice que Dios “nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

                                                         

Sin la resurrección de Cristo, no tendríamos nada a qué esperar. 

 

Quizás para algunas personas  la resurrección es algo que sólo recordamos  durante la temporada de Pascua. Celebramos a nuestro Salvador resucitado y entonamos himnos y canciones acerca de la tumba vacía y la gloria dada al Hijo que conquistó la muerte. 

 

Amo los servicios de Pascua dominicales. Cuando fui adolescente, formé parte de una iglesia que cada domingo de Pascua por la mañana, se reunía a las afueras de la ciudad, cerca de las colinas. Mientras amanecía, leíamos en voz alta el Evangelio y nos regocijábamos en la victoria de Jesús todo juntos. 

 

Como seguidores de Cristo, nuestra esperanza yace en Su resurrección, y no es sólo una verdad que debemos meditar y celebrar en la Pascua, tampoco es una especie de “póliza de seguro” válida sólo para cuando estemos a punto de morir. 

 

La resurrección es vital para nuestra fe diariamente. 

 

En el pasaje de las Escrituras de hoy, 1 Corintios 15, Pablo se adentra en explicarle a la iglesia en Corinto el por qué la resurrección de Jesús es tan importante y la diferencia que hace en nuestras vidas. Él describe este mensaje como de suma importancia, ya que es el evangelio en donde nos sostenemos y es fundamental para nuestra fe. Nos dice que, si Cristo no se hubiese levantado de los muertos, nuestra fe es inútil y que aún estaríamos viviendo en pecado. De hecho, si sólo tuviéramos esperanza en esta vida, deberíamos estar más desolados que cualquier otra criatura.

 

¿Qué clase de esperanza tendríamos en un dios que ha muerto?

 

¿Qué clase de esperanza tendríamos si no estuviésemos seguras de la eternidad y sólo estuviéramos tratando de llevar una buena vida ahora? 

 

¿Qué clase de esperanza tendríamos si no estuviéramos 100% seguras de que todo nuestro pecado, pasado, presente y futuro, ya fue pagado completamente en la cruz? 

 

Querida amiga, esa no es esperanza en absoluto. Tristemente, es una realidad para muchos en nuestro mundo actual. ¡Cómo necesitan escuchar las Buenas Nuevas que tenemos para compartirles!

 

La esperanza en la resurrección es, para nosotras, una esperanza para el día de hoy y para el futuro. Es esperanza para el ahora y para el todavía no. 

 

Tenemos esperanza para hoy- cuando las cosas son difíciles, cuando nos encontramos abatidas por las situaciones con las que tenemos que lidiar, cuando el diagnóstico dice que estamos hundidas, cuando nos sentimos derrotadas por el pecado que tan fácilmente nos atrapa, o cuando dudamos o nos preguntamos si es que Dios realmente oye el lamento de nuestro corazón, o si será posible que el saque algo bueno de todo esto tan oscuro e imposible. 

 

Nuestra esperanza es Jesús. 

 

Espera en Aquel que nunca falla, que es digno de toda nuestra confianza, que nos libera de la culpa, la vergüenza, y el poder del pecado, quien siempre es bueno, aunque nuestras circunstancias no lo sean. Aquel que es capaz de hacer más de lo que pedimos o anhelamos. Aquel que nos ama tanto, que dio su vida por nosotras. Aquel que nunca nos dejaría ni nos olvidaría. 

 

Tenemos esperanza en el futuro: la certeza de que la muerte no es el final, de que viviremos con Cristo por toda la eternidad, de que ya no habrá pecado ni dolor, enfermedad, separación ni pena, y de que todo lo que ha estado mal se arreglará.

 

Nuestra esperanza es Jesús. 

 

Esperanza en Aquel que murió, pero resucitó, derrotando la muerte y el pecado. Él Único que vive para interceder por Su gente, el Único que nos llama a tener esperanza y nos anima a vivir en Él por el poder de su resurrección. Aquel que volverá por nosotras y estaremos juntos para siempre. 

 

Nuestra esperanza es Jesús. 

 

“Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. 1 Corintios 15:57 

 

Que Su victoriosa resurrección nos fortalezca en esperanza y anime nuestros corazones hoy. 

 

Katie

 

 

Semana 3 – Plan de Lectura

 

 

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