¿Eres Mala al Recordar Nombres?

 

¿Eres mala al recordar nombres? Mi mamá sí lo es.  A ella se le olvidan totalmente los nombres de las personas.  Yo hago algo más vergonzoso: Creo saber el nombre de las personas, pero en lugar de llamarlas por su nombre los llamo de otra manera.

 

El recordar un nombre significa mucho para alguien. Un nombre es la manera de cómo alguien se identifica, y al recordar el nombre de alguien le demostramos que sabemos quién es.

 

Cuando Dios le dijo a Moisés Su nombre,  Él se llamó a sí mismo “YO SOY” (Éxodo 3.14) Esto es el nombre mas divino, intimo y personal  de Dios que dan las Escrituras. Incluso los israelitas no podrían ni siquiera decirlo ni escribirlo. Si no que se referían a  Él como  “el nombre”. La introducción de Dios  fue intencional.  Nuestros corazones fueron hechos  para una relación cercana y personal  y  Dios  eligió graciosamente ser esa relación, que llena esa necesidad en nosotras.

 

¿Alguna vez has olvidado tu  propio nombre?  Probablemente no, al menos  que, como yo, que te congelas cuando el barista de Starbucks  te sorprende desprevenida al preguntarte tu nombre para la orden. Le dije  que me llamaba Kate,  el cual no es ni remotamente parecido a mi nombre.

 

Jesús  nunca olvida un nombre. Y Él llama a las pérdidas a ti y a mi encontradas.

 

En Lucas 19 Zaqueo olvidó su nombre. En su lugar, empezó a inventar cómo  creía que se llamaba,  identificándose por sus pecados.  El recolector de impuestos, el engañador,  el pecador, el indeseable, el no amado, el perdido.  Entonces Jesús entró en escena, y ni una sola vez olvida un  nombre: “ Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa” ( Lucas 19.5 ). Jesús no reconoció a Zaqueo como un  extraño que miraba desde el árbol, sino que le ofreció sentarse y cenar con él.

 

Jesús no desea que nosotras  vivamos al margen, sino que nos unamos a  Él y  para unirse a Él, nosotros debemos saber Su nombre. Su nombre es Yahvé,  el Dios cercano y personal. A pesar de lo que pensamos el  nombre de Dios nunca ha cambiado.  Dios no cambia y a Él no le afectan nuestros fracasos.

 

La vida de Jesús demuestra el amor  que  Dios ha sido, el amor que Dios es, y  el amor que siempre será. El  nos busca, persigue y nos llama. Él es  quien ya no permite que nos llamen por el nombre incorrecto. Cuando ponemos nuestra fe en Él, ya no seremos  llamadas pecadoras, ahora nos conocemos como salvadas, redimidas, amadas, deseadas,  reclamadas. Podemos recordar los nombres que Jesús nos da cuando recordemos quien es Jesús.  Él es Yahvé el único  para el cual nuestros corazones fueron creados,  El Único que “ ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

 

Emma

 

Emma

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