Enmarcando nuestra mentalidad en torno a la Aplicación

 

“En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti”. Salmo 119: 11

 

 

Esta semana hemos estado leyendo versículos que nos invitan a la practica  en profundidad de la aplicación de la Palabra de Dios. Hoy quiero que veamos aún más de cerca los conceptos teológicos frente a la acción práctica.

 

Hay dos cosas que un texto te mostrará. O te enseñará algo que debes saber, o te dirá algo que debes hacer.

 

Lo que debemos saber:

Cuando pensamos en la aplicación práctica, a menudo pensamos: “¿Qué debería estar haciendo?” No todos los pasajes tratan de algo que hay que hacer. Muchos nos muestran lo que deberíamos estar pensando.

 

Nuestras mentes necesitan ser renovadas (Romanos 12:2) y esto se hace aprendiendo a pensar correctamente. Nuestros pensamientos influyen en nuestro discurso y nuestras acciones. Si no pensamos correctamente acerca de la bondad de Dios, por ejemplo, la forma en que hablamos de Dios y de nuestras circunstancias se verá afectada. Afectará el consejo que damos a otros en sus luchas y afectará la forma en que actuamos en nuestra situación particular. El pensamiento correcto conduce a la vida correcta. A veces, nuestra aplicación práctica consistirá en asegurarnos de que estemos pensando adecuadamente acerca de Dios, del pecado, de nosotras mismas o del mundo.

 

Aquí hay algunas preguntas para pensar:

● ¿Qué me dice este pasaje sobre el carácter de Dios (soberano, bueno, paciente, justo, santo)?

● ¿Qué me dice este pasaje acerca de las acciones de Dios (reglas, perdones, jueces, oídos, amores)?

● ¿Qué me dice este pasaje sobre el pecado en el mundo o en mí misma?

● ¿Qué esperanza ofrece este pasaje?

 

Lo que debemos hacer:

 

Algunos libros y pasajes tendrán una aplicación más directa para nuestras vidas que otros. El libro de Santiago, por ejemplo, es un libro muy práctico sobre lo que deberíamos estar haciendo y cómo deberíamos vivir. Los libros de la ley (Levítico o Deuteronomio) o algunos de los profetas (Jeremías, Ezequiel, etc.) pueden ser un poco más difíciles. Cuando encuentres un versículo que requiera acción, hazte estas preguntas:

 

● ¿Cómo me llama este pasaje a detenerme?

● ¿Qué me dice este pasaje que comience?

● ¿Qué mentira estoy creyendo que este pasaje contradice?

● ¿Cómo debe este pasaje formar mi vida de oración?

● ¿Cómo debe este pasaje resultar en alabanza a Dios?

● ¿Cómo puedo compartir las verdades de este pasaje con otros en mi vida?

 

No pases por alto los pasajes que no te hablan claramente acerca de algo que deberías estar haciendo. Busca verdades que te ayuden a renovar tu mente y amar más a Dios.

 

Al terminar hoy, tómate unos minutos para responder las preguntas anteriores sobre la lectura de hoy del Salmo 119: 9-16.

 

Mirando a Jesús,

Jen

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