Enfrentarse al futuro por medio de la oración

 

Afortunadamente, hace unos siglos las familias reales perdieron el poder de matar a alguien por acercarse a ellas de forma incorrecta. Sin embargo, en el Reino Unido siguen existiendo protocolos para reunirse con la familia real. (Si te encuentras con el Rey Carlos, debes dirigirte a él como «Su Majestad», y el protocolo es que él inicie, dirija y termine la conversación. Si no sigues estos protocolos, lo peor que te puede pasar es que su equipo de seguridad intervenga y te aparte de su presencia.

 

Sabemos que Ester fue elegida por el rey para ser su reina. En realidad, ella era sólo una de las muchas mujeres de su vida. Cuando Mardoqueo llamó a Ester para que se presentara ante el rey para defender el caso de los judíos, ¡ella ni siquiera había visto al rey en un mes! Sabía que tenía que ser prudente al acercarse a él. No podía irrumpir y pedir lo que quisiera.

 

Su vida correría peligro si no hablaba con el rey, pero hablar con él también ponía su vida en peligro si se ofendía. Realmente estaba en una posición difícil. La vida de todos los judíos dependía de lo que ella hiciera. ¡Qué responsabilidad tan abrumadora!

 

Así que hizo una pausa para ayunar y orar durante tres días. Pidió a sus damas de compañía que hicieran lo mismo y a Mardoqueo que reuniera a todos los judíos de Susa para que se unieran a ella en su ayuno y oración.

 

Ester sabía que Dios podía preparar el camino. Él podía darle sabiduría y hacer que el rey se mostrará a su favor. Esto le permitió a Ester descansar en el conocimiento de que Dios puede hacer todas las cosas, y ningún plan suyo puede ser frustrado (Job 42:2). Ella pasó tiempo con el Rey de Reyes antes de ir a ver al rey.

 

 

Tomarse tiempo con Dios primero

 

¿Alguna vez has tenido una conversación difícil que sabías que tenías que tener pero no sabías cómo saldría? Tal vez fue hablar con un pariente mayor sobre su necesidad de ayuda adicional. Tal vez era alguien que se había ofendido por algo que habías dicho. Podría haber sido un momento angustioso, sobre todo si tenías que esperar. 

 

En mi caso, evito los conflictos. Sí sé que debo tener una conversación incómoda o difícil, procuro acabar con ella lo antes posible. A veces, en mi insensatez, me meto de lleno en la conversación sin ni siquiera orar antes.

 

Pero Ester mostró mayor sabiduría. No es que estuviera perdiendo el tiempo esperando que el problema desapareciera. Se detuvo y acudió a Aquel que “Él es quien cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios, y conocimiento a los entendidos” (Daniel 2:21). Se tomó un tiempo con Dios para que le recordara quién es Él y para pedirle que le preparara el camino. 

 

¿Qué haces tú en situaciones difíciles? ¿Te encierras en ti misma, tratando de resolver las cosas por tu cuenta, o acudes a Dios en oración? ¿Te resulta cómodo pedir a los demás que oren por ti? A veces resulta muy fácil pedir por los demás, pero nos cuesta llevar nuestras propias necesidades y peticiones a Dios. Hace falta valor para ser vulnerable y admitir que no tenemos el control, que necesitamos confiar en Dios y pedir la oración de los demás.

 

 

La paz que llega a través de la oración

 

Tengo algunos buenos amigos cristianos que me preguntan regularmente: «¿ Cómo puedo orar por ti?». He experimentado el beneficio de tener a mucha gente creyente orando por mí. El año pasado tuve cáncer de mama. Afortunadamente fue detectado a tiempo, y el tratamiento de cirugía, quimioterapia y radiación fue exitoso para eliminar el cáncer antes de que se propagara. 

 

Hubo muchas sorpresas en mi tratamiento. Pero me sorprendió la paz que Dios me dio. Sobrepasaba todo entendimiento y guardaba mi corazón y mi mente (Filipenses 4:7). Sabía del amor que me acompañaba en cada cita hospitalaria y que mi futuro estaba seguro en Sus manos. Siempre estaré agradecida a quienes con sus oraciones nos ayudaron a mí y a mi familia a atravesar días difíciles. 

 

También me reconfortaron las palabras de Corrie Ten Boom. Era una cristiana que fue detenida y enviada a un campo de prisioneros de guerra por ayudar a los judíos mientras los Países Bajos estaban ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Ella dijo:

 

«Nunca tengas miedo de confiar un futuro desconocido

a un Dios conocido».

 

El futuro de todas las personas es desconocido. Sin embargo, podemos confiar nuestro futuro a Dios, que no sólo tiene el control, sino que también está lleno de amor, gracia y misericordia. Eso no significa que los días vayan a ser fáciles. Es más, se nos advierte que vendrán días difíciles, pero Él ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará (Deuteronomio 31:6; Hebreos 13:5). Tenemos esperanza en el futuro, en la eternidad con Él. 

 

Agradece y alaba a Dios por quién es y porque tus días están seguros en Sus manos. Acércate a algún amigo y pregúntale: «¿Cómo puedo orar por ti hoy?». Luego pasa tiempo ante el trono de la gracia orando por ellos.

 

Julie McIlhatton

 

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