“Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo.” Job 19:25
El libro de Job, es uno de los más antiguos de la Biblia, que relata la historia de un varón que la escritura lo declara como “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” (Job 1:1).
Job era muy rico, tenía una familia numerosa, muchos criados y una hacienda con miles de animales. Todo parecía ir muy bien; y de repente le llegan noticias devastadoras, pues este hombre sufrió una ruina total, todo lo que tenía incluyendo a sus hijos, había desaparecido. Su salud fue igualmente afectada por una sarna en todo su cuerpo, pero con todo esto, él demostró su temor y adoración al Señor. (Job 1:21).
Un sufrimiento difícil de aceptar y soportar para Job ¿no les parece?
En medio de su dificultad Job manifiesta, en el capítulo 19, su profunda tristeza y desconsuelo provocados por la pérdida de su familia, su salud y su riqueza. Todo esto lo llevaba a pensar que Dios lo estaba tratando como a un enemigo, pero en realidad, Dios era su amigo y Su estima sobre él era bastante alta, pues así se lo hizo saber a Satanás (Job 1:8).
A pesar de todo lo que le estaba sucediendo, Job hizo una declaración muy importante, “Yo sé que mi Redentor vive”, esto lo llenaba de confianza y esperanza. Sigue diciendo el verso, “Y al fin se levantará sobre el polvo”.
En ese tiempo, no contaban con muchas profecías sobre la resurrección, pero Job lo menciona, probablemente como consecuencia de la promesa de Dios en el Edén, cuando dijo que la serpiente será vencida por la simiente de la mujer, (Gen. 3:15). Lo cierto es que Job tenía esa esperanza, y una firme fe en su Señor.
Job era un siervo fiel del Señor y padeció sufrimientos; así mismo nosotras como siervas de Dios sufrimos durante nuestra vida muchas aflicciones (Juan 16:33), pasamos por situaciones similares, como la muerte de un ser querido, la pérdida de algún bien material y alguna enfermedad que nos consume, y que en algunos momentos nos parece difícil de soportar.
El enemigo de Job, y nuestro, es Satanás, y aunque él no puede hacer nada sin que Dios lo permita, fue el responsable de sus padecimientos. Cristo es el autor de nuestro bien, y quien llevó sobre Sí todos nuestros padecimientos para darnos vida en Él.
Jesús siendo Dios, tomó forma de siervo y sufrió en obediencia al Padre (Filipenses 2:7-8).
Tenemos un enemigo que siempre está al acecho (1 Pedro 5:8), pero tengamos la plena confianza que aún en medio de las dificultades más terribles, en las cuales parece no haber salida, nuestro amado Salvador y Redentor ¡Vive!, que siempre está a nuestro lado, Él es nuestro ayudador, nuestra fortaleza. Dios nos ama, y nuestra fe y obediencia a Él, no nos libra de pasar por adversidades en nuestra vida. Dios es Soberano, y nos permite el sufrimiento con un propósito.
El Mesías prometido, nuestro Señor Jesucristo, vino al mundo y murió venciendo a Satanás en la cruz del calvario y que Su resurrección nos da la esperanza de que un día cuando Él nos llame a Su presencia, estaremos con Él para siempre.
Amado Dios, gracias por enviar al Mesías prometido, a nuestro amado Salvador quien murió y resucitó para darnos la vida eterna. Hoy puedo decir con plena confianza, “Yo sé que mi Redentor vive”. En el nombre de Jesús, amén.
A los pies de Jesucristo
Yaneth Olivares de Gaviria