El Regalo de la Salvación

 

 

¿Alguna vez tuviste que esperar a que llegara por correo una compra que anhelabas demasiado?  A pesar de que los envíos usualmente tardan de  3 a 5 días hábiles, parece que el tiempo no avanza hasta que el artículo finalmente llega a tu puerta. Cuando estaba en el tercer año de la escuela secundaria, quería un par de zapatillas que tenían todos los niños populares. Recuerdo que le rogué a mi madre que las buscara en línea, aunque estaban agotadas en todos los sitios web. Después de buscar por todas partes, mi madre encontró el par exacto al que yo que quería en un sitio web desconocido. Escéptica, le pedí que ordenara las zapatillas y comenzó la espera. Como el sitio web en el que ordenamos las zapatillas era un sitio de terceros, las zapatillas tardaron un poco más de lo esperado en llegar por correo, lo que aumentó mi anticipación día a día. El día que llegaron las zapatillas por correo, volví a casa corriendo de la escuela, abrí el paquete y contemplé su belleza.

 

 

El regalo largamente esperado

 

Tener que esperar un buen regalo puede ser desalentador, pero la espera vale la pena cuando el regalo finalmente llega. Esta ilustración palidece en comparación con lo que los israelitas soportaron mientras esperaban la venida del Mesías. Los israelitas esperaron 400 años en silencio antes de que Dios volviera a hablar a Su pueblo. Esta vez, fue el mensaje largamente esperado. ¡El Salvador estaba aquí! Dios envió a Su propio Hijo para morar entre Su pueblo como Dios y hombre. Tal como Dios prometió a los israelitas, Jesús se hizo carne, nació en el mismo mundo que Él creó, vivió una vida sin pecado y murió una muerte brutal para pagar por los pecados de la humanidad. Juan 1:14 es un versículo clave para entender que Jesús vino a la tierra como hombre para salvar a Su pueblo de sus pecados.

 

“El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”. – Juan 1:14 (NBLA)

 

 

Saber de dónde viene el don

 

Para entender lo que significa este versículo, debemos observar el contexto del Antiguo Testamento. En Génesis, Dios creó al hombre y a la mujer y los colocó en el jardín del Edén, donde caminó entre ellos (Génesis 3:8). La intención de Dios era que Su pueblo morara en Su presencia desde el principio de los tiempos. Lamentablemente, el hombre y la mujer se rebelaron contra los mandamientos de Dios, y el pecado entró en escena para el resto de la humanidad. Se creó una barrera entre el hombre pecador y un Dios santo. Dondequiera que esté el pecado, Dios no puede estar, a menos que haya un sacrificio en lugar del pecado.

 

 

El don del perdón

 

Más adelante en el Antiguo Testamento, Dios instruyó a los israelitas que establecieran el tabernáculo para que Su presencia pudiera morar entre Su pueblo (Éxodo 25). El tabernáculo era un medio de provisión de Dios para que Su pueblo pudiera entrar en un lugar santo, sacrificar por sus pecados y encontrarse con su Dios. El sistema de sacrificios no era perfecto, pero era una manera temporal para que el pueblo de Dios estuviera nuevamente en Su presencia.

 

El tabernáculo era una sombra de lo que vendría cuando “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Sabemos por Juan 1:1 que “el Verbo” existía en el principio, estaba con Dios en el principio y era Dios en el principio. Este versículo es una hermosa representación de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Más adelante, en el versículo 14, vemos que el Verbo se hizo carne, lo que significa que parte de esa Trinidad vino a la tierra en forma humana. El propio Hijo de Dios, Su expresión exacta, vino a la tierra para estar con Su pueblo. No solo para estar nuevamente en su presencia, sino para salvarlos de su pecado que conduce a la muerte. Cuando Jesús fue crucificado en la cruz por el pecado de la humanidad, y resucitó de la tumba tres días después, el pecado y la muerte fueron conquistados.

 

Quien cree en Jesús recibe el pago completo y perfecto por su pecado. ¡Qué regalo! Cada creyente tiene al Espíritu Santo viviendo en su corazón, una representación tangible de la presencia de Dios que permanece con él en todo momento. Nunca más tendremos que preocuparnos por estar separados de Dios. Y esperamos con ansias el día en que nos encontremos cara a cara con nuestro Padre y pasemos la eternidad en Su perfección. La espera ha terminado: el mejor regalo que podríamos recibir es la salvación que se encuentra en Cristo Jesús.

 

Jayci Williams

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