El peligro de la amistad con el mundo

 

Es la época de la limpieza de primavera en mi vida – literalmente la limpieza de mis armarios, metafóricamente, en mi corazón. Vivimos en un mundo que nos bombardea con la necesidad de más, mejor, más nuevo y más grande. Es muy fácil distraerse. Y, particularmente con las redes sociales, es muy fácil comparar. La mundanalidad es la norma y a menudo me encuentro cediendo a eso.

 

Esa casa. Ese trabajo. Esas ropas. Esas vacaciones.

 

Pienso sobre Eva – cayendo en la trampa de la manzana por la forma en la que ella pensaba que su vida cambiaría. Quisiera pensar que yo lo habría hecho mejor. Pero, ¿a quién trato de engañar? Cedo ante la manzana una y otra vez. Es brillante y bonita. Si tiene descuento, doble tentación. Si está en Amazon Prime, más rápido. Ciertamente no todas las cosas en nuestro mundo son malas, pero no nos satisfacen a largo plazo tal y como creemos.

 

La Biblia nos dice que si estamos vivas en Cristo, el mundo no es nuestro hogar. El mundo no debería influenciar nuestra identidad ni determinar nuestro valor. Así que respira. Dios nunca pretendió que nos estresáramos por la escalera social. Somos llamadas a ser diferentes. El mundo nunca satisfará el deseo eterno de nuestras almas. De hecho, la Amistad con el mundo es hostilidad contra Dios (Santiago 4:4).

 

Así que, ¿qué debemos hacer? ¿De qué manera comenzamos a vivir en el mundo sin ser del mundo?

 

Reconozcamos que la sabiduría del mundo tiene fallos. Llamemos a nuestros deseos mundanos por su nombre y pidamos a Dios que nos ayude y quite el peso del orgullo, la vanidad y el egoísmo.  Admitamos que a menudo llevamos máscaras ante los demás pero que Dios no puede ser engañado por nuestras fotos con filtro o nuestras palabras vacías. Acerquémonos a nuestro creador con corazones humildes y puros para ver cómo podemos edificar Su reino.

 

No quiero que la gente envidie lo que tengo. Quiero que deseen la fuente de mi gozo, que comprendan la base de mi esperanza y busquen al Proveedor de mi contentamiento.

 

Tú no quieres mi vida.

Tú quieres al Jesús que vive en mí.

 

Amigas, la tierra a los pies de la cruz está nivelada. Realmente lo está. Amemos bien y encontrémonos unas a otras allí.

 

Gracia y paz,

 

Sara

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