Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento. Porque él será grande delante del Señor; no beberá ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. Lucas 1:13-17
Cuando tu línea de tiempo no se alinea a la línea de tiempo de Dios, cuando te encuentras durmiendo en tu almohada empapada de lágrimas, cuando estas sorprendida por otra decepción ¿qué pasa después?
¿Nos encontraremos preocupadas o adorando en nuestra espera?
¿Nuestras vidas reflejarán las promesas de la palabra de Dios?
A través de lo que se ha sentido como una temporada de largo sufrimiento en mi propia vida, a veces me he sentido dudosa acerca de recuperar mis esperanzas de nuevo. Dudando en creer que la vida será alguna vez tan dulce y menos traumática como lo fue alguna vez. Dudando en permitirme creer que lo que he atravesado de alguna manera o no nos afectará negativamente a mis hijos y a mí por el resto de nuestras vidas. Dicho esto, sé con todo mi corazón que el Señor es bueno y fiel y es soberano sobre todo. Pero si puedo ser realmente honesta con ustedes ahora, han habido momentos en los que he dudando en permitirme soñar que la vida puede y será buena otra vez.
Ponte en los zapatos de Zacarías. Él obviamente oró oraciones que se escucharon en el cielo porque Gabriel, el ángel quien se apareció enfrente de él, se lo dijo. Sabemos que oro por algo bueno: él anhelaba un niño.
Pere ahí estaba él, un viejo hombre sin un hijo propio, quien empezó a creer que su tiempo había pasado y se había ido para esa época de la vida. Tanto es así que incluso cuestionó al ángel que se le apareció ante sus propios ojos.
Lo siguiente que paso no solo me dejo atónita, si no que me dio esperanza.
A Zacarías no solo se le dijo que su esposa Elizabeth iba a tener un hijo, ¡sino que un hijo cuya misión era ser el precursor de Cristo! Un hijo que el mundo conocería como Juan el Bautista.
¿No es gran cosa, cierto?
También me encantó que el ángel mencionara la alegría y el gozo. Sólo puedo imaginar la gran decepción que Zacarías y Elizabeth sintieron cuando se acercaron a su edad de oro. Sin el hijo por quien había orado. Pero solo la mención de alegría y gozo me recuerda que el Señor ve nuestras lágrimas y tiene planes para restaurar nuestro gozo de nuevo
El señor tiene un historial de proveer para Sus hijas. Lo vemos entretejido desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Él lo hizo entonces y lo hará ahora. Él no se limita a darnos lo mínimo, sino una abundancia de bondad, fidelidad y amor. Él redime y restaura a Su tiempo.
Los últimos diez años de mi vida me he encontrado con más pérdidas, penas y decepciones de lo que he experimentado en mi vida. La muerte y divorcio han amenazado con destruirme, pero la esperanza es lo que me mantiene soportando y peleando hacia adelante. Naturalmente tengo una visión de la vida medio llena, pero no hubiera llegado tan lejos en mis propias fuerzas o con mi filtro optimista de la vida. Al enemigo le encantaría tenerme creyendo que es solo mi positivismo, pero me engañaría mucho si creyera eso.
Jesús es nuestra fuerza y nuestra esperanza.
El dolor, la pérdida y las desilusiones reiteradas requieren algo más que el dominio propio para salir adelante. Somos instruidas para pedir fuerza. Una fuerza sobrenatural que nos permite aferrarnos a la esperanza. Incluso Jesús pidió fuerzas mientras Él iba hacia la cruz. Si Jesús pidió fuerza al Padre, ¿cómo podríamos pensar por un momento que podríamos lograrlo sin pedirla para nosotras mismas?
En nuestra espera, Él está trabajando.
En nuestra espera, podemos adorar.
El gozo del Señor es nuestra fuerza.
Que podamos esperar bien y escondamos esta verdad en nuestros corazones: una respuesta retrasada no es una oración negada.
Kelli