El Cántico de Dios

 

El cántico de la justicia

 

Es apropiado que la profecía de Miqueas comience con el imperativo de escuchar. Cuando leemos este breve libro, encontramos que la justicia de Dios es un esfuerzo bastante ruidoso. Hay muchos lamentos y llantos. Oímos aullidos como de perros salvajes y chillidos como de búhos (Miqueas 1:8). Sin mencionar el sonido del crujido profundo y el estruendo del partirse cuando el SEÑOR mismo pisa la tierra mientras los valles se abren y las aguas caen a borbotones.

 

El pecado que trajo este ruido ensordecedor ciertamente tampoco fue silencioso. Piensa por un momento en cómo los pobres podrían haber clamado con angustia y desesperación cuando sus campos fueron confiscados injustamente y sus hogares arrebatados (Miqueas 2:2). El pecado produce el sonido enfermizo del quebrantamiento, y la justicia de Dios produce el gemido ineludible de estar humillado y el gemido amargo de “estamos completamente destruidos” (Miqueas 2:4).

 

Juntos, estos sonidos comienzan a caracterizar una canción melancólica y conmovedora. Esta no es una canción que quisiera cantar, mucho menos escuchar. Pero una y otra vez en los profetas, al pueblo de Dios se le dice que escuche, oiga y preste atención. El pecado no es algo que se pueda ignorar. Es correcto que nos tomemos un tiempo para pedirle al Señor que nos muestre dónde hemos permitido que la idolatría, el orgullo y el egoísmo reinen en nuestros corazones. Se necesita una postura humilde para sentarse y escuchar Su respuesta.

 

 

El cántico de redención

 

El cántico de justicia no es fácil de escuchar, pero tampoco es el único cántico que Dios orquesta en nuestras vidas. En los versículos de hoy, Miqueas habla de un cántico de redención que llegará un día. Se caracterizará por la ruptura de una gran brecha y mucho ruido mientras son guiados por su Pastor a través de la puerta. Dios promete redención para aquellos que eligen seguir al Buen Pastor. Promete reunir a Su pueblo y guiarlo. Miqueas nos dice que esto no será una hazaña silenciosa.

 

La promesa de redención no se limita al libro de Miqueas. A medida que continuamos leyendo las Escrituras, vemos que el plan de Dios y el cántico de redención continúan desarrollándose. El cántico se intensifica cuando María glorifica al Señor después de una impactante visita de un ángel (Lucas 1:46). Se hace aún más fuerte en una noche no tan silenciosa con las notas entrecortadas del llanto de un bebé recién nacido y los trinos de una multitud de ángeles proclamando la mejor noticia (Lucas 2:13-14). Crece con las palabras melódicas de Jesús que tienen el poder de sanar a los ciegos y resucitar a los muertos (Juan 11:43-44). Continúa con el choque disonante entre un suave “está consumado” (Juan 19:30) y el sonido chirriante de la cortina del templo al rasgarse en dos (Mateo 27:51). Pero el ritmo se acelera y el volumen aumenta en el clímax con el sonido profundo y resonante de la piedra que se quita mientras el Buen Pastor mismo sale de la tumba (Mateo 28:1-10). Y ahora, llegamos a la ruidosa multitud de hombres mientras Dios reúne a personas de todos los idiomas para que formen parte de Su rebaño. Una gran multitud que nadie puede contar, adorando a Dios y clamando a gran voz: “¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!” (Apocalipsis 7:10).

 

 

El canto de adoración

 

La banda sonora que acompaña la historia del amor de Dios por Su pueblo es diversa y única. Hay llanto y regocijo. Hay gritos de lamento y de ayuda. Se oye el choque de espadas mientras el pueblo de Dios es llevado al exilio (2 Reyes 25) y los himnos cantados en prisión por los pecadores redimidos (Hechos 16:25). El canto de la justicia de Dios se escucha en tándem con su canto de misericordia, dos armonías que juntas nos dan una comprensión más completa del deseo de Dios de justicia y rectitud a través de sus actos de amor y misericordia.

Dios es bueno porque es justo y misericordioso. Uno sin el otro simplemente no puede darnos el panorama completo. Hoy, te animo a que te tomes un tiempo para escuchar. Pídele al Señor que te abra los ojos al pecado y a la necesidad de arrepentimiento, pero también tómate un tiempo para escuchar el canto de esperanza que Miqueas promete en el capítulo 2, versículos 12-13. Medita en las palabras de esperanza que Jesús comparte en el evangelio. Repite las oraciones que Pablo ejemplifica para nosotros en sus cartas. Canta un canto de adoración al Buen Pastor que te ha redimido y te ha reunido en su rebaño. Presta atención a las palabras de Miqueas y escucha y regocíjate por ser parte del pueblo redimido de Dios.

 

Andrea López

 

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Semana 3 – Desafío

Una de las mejores maneras en las que podemos aferrarnos a la esperanza que ofrece la vida con Cristo es memorizando las Escrituras. Comprométete esta semana a comenzar a memorizar los versículos a memorizar de este estudio. Encuentra formas creativas de mantener las palabras de Dios ante ti a lo largo del día.

 

 

Semana 3 – Plan de Lectura

 

 

 

Semana 3 – Versículo a Memorizar

 

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