Rut hizo una dedicación increíblemente poderosa a su suegra Noemí después de la muerte de su marido. Se comprometió a dejar atrás su hogar, su religión y su gente, y se comprometió a seguir a Noemí y dedicarse al pueblo de Noemí y a su Dios. Ella hizo todo esto sin ninguna promesa de lo que le esperaría en el futuro. Si los diez años previos (su infertilidad y muerte de su marido) eran un indicio de cómo sería el futuro de Rut, ella probablemente tampoco esperaba mucha prosperidad al seguir a Noemí. Sin embargo, Rut hizo esta audaz proclamación; volteó su fe hacia la de Noemí y hacia el Dios de Noemí, y Dios la bendijo abundantemente por ello.
Rut ha sido a menudo un ejemplo para mí del tipo de dedicación que quiero tener al seguir a Dios. He orado: “Dios, iré adonde Tú vayas, y me quedaré donde Tú te quedes. Me quedaré donde Tú estés”. Admito que idealicé cómo sería eso. Quería ir donde Dios me permitiera florecer y prosperar. Quería quedarme donde la vida fuera rica y dulce gracias a la bendición de Dios. Pero lo que he aprendido desde entonces es que Dios, a veces, nos lleva a lugares que parecen más de desesperación que de prosperidad. Lugares que se parecen más a la muerte que a la vida abundante, que parecen más dañinos que buenos.
Hace unos años, volví a orar: “Dios, llévame a donde me necesites. Dondequiera que nos quieras tener, iremos”. Poco después, mi marido y yo nos encontramos vagando por las trincheras de la infertilidad. Y en esas trincheras nos quedamos. Allí es donde el Señor nos tuvo “viviendo” durante años, a pesar de mis súplicas para que nos permitiera ir a otro lugar, para la transición a la siguiente temporada de la paternidad. Pero durante años, y aún hoy, nos mantenemos aquí.
Y sin embargo, Dios nos ha bendecido ricamente en medio del dolor, la angustia y el sufrimiento. Incluso cuando hemos vivido en una temporada que nunca esperamos y de la que con gusto nos iríamos, Él ha sido fiel. Nunca había conocido a Dios de la manera tan íntima como lo conozco ahora. Nunca Le he necesitado tanto ni he dependido tanto de Él como fuente de consuelo, esperanza y sustento. Nunca antes había estudiado así y me había aferrado a la verdad de la Palabra de Dios como ahora. No estoy segura si hubiera orado las palabras de Rut si hubiera sabido hacia qué estación nos llamaría Dios. Pero a pesar del dolor que persiste en esta época, siento una profunda gratitud por haber experimentado este tipo de intimidad con Dios.
Incluso en las trincheras, Dios realmente tiene planes para que yo prospere y un futuro lleno de esperanza. En las trincheras, me aferro a esta promesa y a tantas otras que se encuentran en la Palabra de Dios, sabiendo que Su Palabra me equipará para la rectitud y la fidelidad, ya sea que Él me llame a quedarme o a irme.
Cristin
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