Hace poco escuché una cita que me conmovió profundamente: «Las Escrituras fueron vida para Moisés y alimento para Jesús. No pueden ni deben ser menos para nosotros. Son el aliento mismo de Dios».
¿Cómo podríamos atrevernos a pensar que podríamos vivir separados de la Palabra de Dios y esperar experimentar la plenitud de conocerlo y dar el fruto que resulta de permanecer verdaderamente en Él?
Sin embargo, lo hacemos.
Nos ocupamos.
Nos distraemos.
Postergamos lo mejor hasta que podamos hacerlo o incluso no lo hacemos.
Y en algún momento esto nos lleva al límite de nuestras fuerzas, dando poco o ningún fruto.
La Obra Interna y Externa de las Escrituras
2 Timoteo 3:16 nos recuerda que «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia».
¡Buenas noticias!
Cuando nos desviamos y nos extraviamos, la Palabra de Dios nos da dirección y corrección claras. Cuando enfrentamos circunstancias que nos abruman, la Palabra de Dios nos da un ancla de verdad a la que aferrarnos. Cuando luchamos con nuestra carne, recordamos cómo se ve la justicia en la Palabra de Dios.
Es en la Palabra de Dios donde podemos encontrar la verdad que nuestras almas anhelan conocer. Porque nos dirige a Aquel que posee toda la Verdad: nuestro Salvador, Jesucristo.
Pablo también afirma en 2 Timoteo 3:17 que «el que se dedica a Dios, sea apto y esté capacitado para toda buena obra». No solo encontramos verdad y esperanza en las Escrituras, sino también propósito y misión. Se nos ha dado todo lo que necesitamos a través de las páginas de las Escrituras para hacer la obra de Dios en el mundo y vivir nuestras vidas en justicia.
La protección de la Palabra de Dios
Nuestra victoria en la vida se basa en permanecer en Cristo y estudiar la biblia, pues es imposible conocer a Dios sin conocer su Palabra. Es nuestra protección contra toda artimaña del enemigo y de nuestra carne.
Corremos un riesgo peligroso y nos precipitamos cuando vivimos vidas contrarias a la Palabra de Dios. Como les digo a mis hijos, nuestro enemigo, Satanás, no anda por ahí con un mono rojo y una horca. Se esconde en medias verdades y concesiones, aprovechando nuestra falta de conocimiento de la Verdad.
La Transformación de la Palabra de Dios
Al atravesar mis propias etapas de pérdida, dolor, traición y decepción, conozco de primera mano la lucha y el compromiso que se requieren para no permitir que nuestros corazones se endurezcan, se amarguen y se olviden por completo de las verdades de las Escrituras.
En momentos difíciles, es fácil culpar a alguien y convencernos de que tenemos el derecho a no dejar pasar lo que nos hicieron o dijeron. Y con dejar pasar, me refiero a entregárselo al Señor y vivir libre de ofensas y amarguras.
Para mí, la única razón por la que pude hacer esto en mi vida fue poner mis ojos y mi corazón en el Señor. Fue en las páginas de Génesis, Éxodo, Levítico y tantos otros que me vi a mí misma, mi pecado, mi traición y mi idolatría. Pude ver que lo que otros me habían hecho, yo se lo había hecho a mi Señor y Salvador. Fue esta comprensión radical la que me rompió el corazón. Nunca había llorado tan profundamente por mi pecado.
Este es solo un ejemplo de cómo la Palabra de Dios me ha impactado personalmente. El Señor ha seguido encontrándome en Su Palabra. Me ha corregido y me ha llamado a salir.
Al deleitarnos en Su Palabra, las cosas de este mundo pierden su brillo. Dedicar tiempo a la Palabra es crucial. Si estás demasiado ocupado para leer la Biblia, estás demasiado ocupado, significa que algo no está bien en la organización de tu tiempo. Te lo prometo: cuanto más la leas, más querrás leerla.
Mantente conectado con el aliento mismo de Dios. ¡Allí es donde experimentamos libertad y victoria en Cristo!
Kelli Trontel