Comprometidas con la Comunidad

 

“Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”.

 

Pedro presenta su primer discurso a los judíos  con un fuerte llamado de atención, al oírlos hablar mal de lo que estaba sucediendo con el derramamiento del Espíritu Santo el día de pentecostés. También les predicó sobre la resurrección de Jesús, y como habían sido ellos partícipes de su crucifixión y muerte.

 

El mensaje del apóstol produjo en ellos dolor y tristeza.  Los israelitas conocían las Escrituras, (el Antiguo Testamento), y sabían de las profecías, pero aun así no tenían una  relación verdadera con Dios.

 

En ese momento, recibieron las palabras del apóstol Pedro, convencidos de que Cristo era el Mesías prometido, el Salvador que ellos estaban esperando, y esto los llevó a bautizarse en el nombre de Jesús, mostrando así evidencia de su verdadero arrepentimiento. Desde ese momento hicieron parte de la Iglesia del Señor, y vivieron como una verdadera familia.

 

Los primeros cristianos, perseveraban en la doctrina de los apóstoles, quiere decir que seguían las enseñanzas que Jesús había dado  a sus discípulos. Además tenían comunión unos con otros, compartiendo los bienes con los demás, que cada uno tenía; pero lo más importante, era que su comunión estaba basada en la fe en Dios y en el Señor Jesucristo.

 

Asimismo, participaban en el partimiento del pan como la Cena del Señor y los alimentos propios que pudieran ofrecer. La palabra “cena” en el sentido espiritual significa “comunión”. Cuando participamos de la Cena del Señor, manifestamos nuestra comunión con Cristo y con nuestros hermanos.

 

El Señor nos dio ejemplo de comunión, cuando en la última cena compartió el pan y la copa con sus discípulos como símbolo de Su sacrificio.

 

Cada vez que celebramos la Santa Cena en la congregación, estamos cumpliendo con la ordenanza de “Tomad, Comed, Haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24-25), conmemorando así, su muerte y resurrección.

 

La Iglesia primitiva también permanecía unida orando. Consideremos la importancia de la oración en conjunto con los hermanos, porque la misma contiene alabanza,  peticiones y acciones de gracias que podemos elevar en un mismo sentir.

 

Un gran ejemplo de comunidad nos enseña este pasaje.

 

Ahora bien, en una sociedad donde se han perdido tanto los valores morales como espirituales, vemos que las personas prefieren estar solas y no permanecer o pertenecer a un grupo. Pero nosotras como hijas de Dios debemos ser partícipes de una comunidad bíblica, practicando lo que hacían los primeros cristianos.

 

Es de gran bendición unirnos para orar y compartir, es un beneficio mutuo ya que podemos animarnos y edificarnos con el estudio de la Palabra de Dios y tener ese tiempo de calidad al reunirnos.

 

Recordemos que fuimos diseñadas para no estar solas, por el contrario, fuimos creadas para vivir en comunidad.

 

Padre celestial, te doy gracias por recordarme la comunión que tenían los hermanos al inicio de la Iglesia. Quiero pedirte que me ayudes a ser más comprometida con la comunidad bíblica donde me has puesto, y a vivir en obediencia a Ti,  para agradarte y honrarte cada día. En el nombre de Jesús, amén.

 

A los pies de Jesucristo

Yaneth Olivares de Gaviria

 

Yaneth

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