Atesórala

 

Recientemente he escuchado un montón de sermones y leído distintas cosas acerca del pecado y de la necesidad de tomarlo en serio. Veo que necesito hacer más de esto en mi vida. Tiendo a excusar mi pecado, a culpar a otros o a pensar que mi pecado no es la gran cosa. No me hace sentir bien admitirlo, pero es cierto. Pero no sé cómo luchar contra esto. Cuando mis hijos pelean y pierdo la paciencia, ¿cómo puedo lidiar con la impaciencia? Cuando las cosas no son como yo quiero y me molesta, ¿cómo puedo lidiar con la frustración? Cuando observo en las redes sociales la casa “perfecta” de alguien más, ¿cómo puedo lidiar con la envidia? La respuesta está justo aquí, en el Salmo 119:11. Debo guardar la Palabra de Dios en mi corazón para así no pecar contra Él. 

 

Al conocer la Palabra y guardarla o atesorarla en mi corazón, me previene de pecar contra Dios. Me ayuda a luchar contra la tentación. Pienso en Jesús en Lucas 4:1-13. él está en el desierto y el demonio le tienta. ¿Cuál es la respuesta de Jesús ante cada tentación? Él dice “escrito está” y procede a citar las Escrituras. Cuando la tentación golpeaba, él usó la Palabra de Dios para atacar, dándonos un excelente ejemplo de lo que debemos hacer. Si Jesús usó la Palabra para pelear contra la tentación, entonces yo debería hacer lo mismo. 

 

Guardar la Palabra de Dios en nuestro corazón nos permite estar listas para decir no al pecado y sí a la piedad. A medida que conocemos más de Su Palabra y pasamos tiempo memorizando y poniéndola en nuestra mente y corazón, podremos atacar la tentación con las Escrituras. 

 

Hace unos años, discutí con alguien que me hirió mucho. Ya había decidido perdonar, pero el problema era que, de vez en cuando, un pensamiento aparecía en mi cabeza “ no puedo creer que me hayan hecho ésto, cómo fueron capaces…” y entonces me enojaba y amargaba. Decidí memorizar Hebreos 12.15 : “ Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”.  Cuando el pensamiento volvía a aparecer, lo ataqué con este verso. Las circunstancias no cambiaron, pero mi corazón sí. Hasta el día de hoy el pensamiento ronda mi cabeza y sigo atacando, pero puedo decirte que no siento ninguna amargura contra esta persona. El mundo podría darme la razón en amargarme pero la Palabra me dice que no permita que ni una raíz crezca. Al atesorar la Palabra en mi corazón, he sido capaz de responder de acuerdo al Espíritu y no de acuerdo a mi carne. 

 

 Guardar la Palabra en nuestros corazones no es fácil. Toma tiempo y esfuerzo, pero vale la pena. Oro para que, mientras guardemos Su Palabra, la tentación pueda ser derrotada con la espada del Espíritu y salgamos victoriosas de la batalla contra nuestro pecado. 

 

 

Mary Leslie

 

¿Ya te enteraste? ¡Nuestro siguiente estudio está listo para ordenar!

Únete e

 

Estudio Bíblico Relacionado

Recibe nuestras actualizaciones

Recientes